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CULTURA
Actualizado 14/02/2016
Redacción

La capilla de la Residencia de Mayores de San Rafael en Salamanca abre sus puertas a la representación del grupo Lazarillo de Tormes (GALERÍA DE FOTOS)

Muchos han sido los caminos recorridos ya por Teresa, la jardinera de la luz. Caminos que la han llevado a muchos puntos de nuestra geografía, donde es indudable la huella dejada. Y esto se traduce en el sorprendente número de representaciones hasta ahora realizadas. La excusa del V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, ha hecho que a lo largo de todo el 2015, se colocara a esta extraordinaria mujer en el centro de todo tipo de curiosidades. A pesar de ser una figura de talla universal, haber profundizado en ella, ha supuesto poder descubrir con mayor intensidad y en su justa medida, las numerosas facetas que con luz propia iluminaron toda su existencia.

A esta tarea se entregó también en cuerpo y alma el grupo teatral Lazarillo de Tormes, cuando se enfrentó al montaje que nos ocupa, y que a pesar de las ya muchas representaciones llevadas a cabo, sigue impactando en todos aquellos que a él se acercan, o incluso a los muchos que han vuelto a disfrutarlo. Ya sabemos de lo original de esta puesta en escena que este grupo de teatro, a pesar de su condición de aficionados, ha sabido elevar a la profesionalidad, dada la calidad del resultado obtenido. Y aunque es algo obvio que nadie pone en entredicho, se puede destacar, más si cabe, la circunstancia patente, de que este trabajo es capaz de llegar, y con altas cuotas de emoción y admiración a todo tipo de públicos.

En la tarde del sábado, 13 de febrero, hubo algo de especial en la representación de Teresa, la jardinera de la luz, que tuvo lugar en la capilla de la Residencia de Mayores de San Rafael, de nuestra ciudad de Salamanca. Sabemos de la importancia que tiene para la obra que sea representada en los altares de las iglesias, Y esto es así, según la buena perspectiva de su productor Javier de Prado, no sólo por el hecho de que la obra tenga un alto contenido religioso, sino también por el cúmulo de energías vitales que estos recintos contienen. Lo que añadía un plus de humanidad, es que la capilla de san Rafael acogía, felices de asistir a este espectáculo, a buena parte de los residentes. Ellos sí que pueden hablar de existencias llenas de vida y fuerza; de muchos caminos trillados; de mucha vida compartida y ofrecida a los compañeros de viaje. Son alegrías y tristezas afianzadas por el amor que a todos nos sostiene como el viático de la jornada, y que tan imprescindible es para cada uno de nosotros.

Es indudable que el guión de Teresa, la jardinera de la luz, contiene un texto dramático, tan logrado en contenido y forma, que mantiene a los espectadores abstraídos durante la aproximadamente hora y cuarto que ésta dura, y que en opinión de los que la ven, resulta escasa, dado lo que en ella se ofrece. Denis Rafter, director y guionista, con la colaboración de todo su elenco de actores, ha conseguido un conjunto de excepcional belleza. A la precisión y buena trabazón del texto, hay que añadir la elegancia estética de su puesta en escena, que dota a la obra de un dinamismo casi estático que sin embargo es capaz de mover cuerpo y alma hacia la época a la que se nos trasporta. Nos referimos al siglo XVI, durante la mayoría del cual vivió Teresa.

Nadie mejor que una persona que ha recorrido mucho trayecto del camino de su vida para entender la arrolladora personalidad de la carmelita y la profunda huella dejada por ella entre sus coetáneos y a lo largo del tiempo hasta llegar a nosotros. Mucho tuvo que caminar "la andariega" para cumplir con sus objetivos. Adalid valiente para los débiles de su época, en especial las mujeres, luchó con todo el amor que Jesús de Nazaret sembró en su interior, para sembrar así mismo semillas de luz que no han dejado de crecer. A pesar de su frágil salud, de su condición de mujer en un mundo de demasiados hombres prepotentes, y de la humildad y obediencia siempre demostradas por ser monja, se enfrentó a todo, como en escena lo hacen sus hermanas carmelitas para defenderla ante las crueles acusaciones del dominico inquisidor. Este papel, representado por el actor, de gran peso específico en el montaje, José María Valle, es sobrecogedor. Pero es él mismo, el que en algunos momentos se interroga acerca de las capacidades de Teresa que parecen convertirla en sobrehumana a pesar de todas las dificultades a las que se enfrenta por lo ya señalado.

La escenografía es sencilla. Hermanas carmelitas en sus hábitos réplica exacta de los vestidos en el siglo XVI. Lo mismo sucede con el órgano que toca un actor ciego, al igual que lo fue su personaje, el maestro Salinas, coetáneo de Teresa de Jesús. Está tan logrado que parece que se hubiese traído de la misma Catedral Vieja. Nuestro famoso inquisidor, de riguroso negro, y subido en su púlpito, parece una metáfora viva de los obstáculos a los que la vida nos obliga a enfrentarnos. En realidad, todo el espectáculo en sí es una imagen exacta de lo que la mayoría de los que comparten sus días pueden sentir. Era emotivo ver cómo a lo largo de la obra se nos habla de complicidad entre las paredes de un edificio; de textos escritos a lo largo de una vida para expresar amor, dolor, indignación; de muchas historias contadas sobre todos los caminos hechos a lo largo de una larga existencia, y no sólo en su vertiente física, sino también en nuestros propios recorridos interiores, de los que tanto habló la carmelita para enseñar a sus monjas. Y son éstas, las que al final de los días de su madre vuelcan todo su ser en la tarea de cuidarla, acompañarla en su vejez y enfermedad y ante todo defenderla por encima de cualquier cosa que pueda hacerle daño. Las escenas finales supusieron momentos de impactante emotividad por el profundo entendimiento de lo que allí sucedía.

El Arcángel Rafael, parecía volar entre las emociones de todos los que allí se reunieron para ver esta obra. Patrón de peregrinos y caminantes, no se podía contar con mejor anfitrión. Teresa recorrió muchas sendas internas y externas a lo largo de su vida y llegó a su plena ancianidad a pesar de su enfermedad. Rafael arcángel representa no sólo a los peregrinos, sino también a los enfermos. Su nombre significa "el que sana". Y así se le reconoce en las tres grandes religiones, cristiana, judía e islámica. Tres religiones que reconocen a un solo Dios. El Dios de los cristianos es uno y es trino, como lo son los tres "unos" que forman la cifra 111. Es éste el número de la representación hecha en la capilla de la Residencia de San Rafael. Al igual que en el misterio de la Trinidad, tres números que forman una sola cifra, y que en Teresa de Jesús se hace palpable al entregarse sin condiciones a un Dios a través del profundo amor por su Hijo que la llenó con la fuerza del fuego del Espíritu.

Un último guiño que Rafael nos hizo fue saber que también es patrón de los novios. Bonito regalo para la víspera de San Valentín, en un lugar en el que tanto amor se concentraba. Al tratarse de la tercera "responsabilidad" que a este atareado arcángel parece haberle caído, recordamos lo que en las Escrituras se cuenta de él y que justifica tanto patronazgo. Fue el encargado de acompañar a Tobías en el camino para ayudarle a conseguir el amor de Sara. Un demonio aniquilaba a todo pretendiente que a ella se acercaba. Durante el viaje, Rafael hizo que Tobías pescara un pez, con cuya hiel curó la ceguera del padre del enamorado Tobías y a su vez deshizo el conjuro, que permitió así que se casara con su amada Sara. Cualquier narración proviene de la vida de los hombres, y ésta al igual que Teresa, la jardinera de la luz nos habla de la fe en la vida para caminarla con fuerza; de la esperanza de superar el miedo a nuestras limitaciones, y que por encima de todo el amor siempre salva. El trece superó su mala fama. Por cierto ¿no son también tres los arcángeles?

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