OPINIóN
Actualizado 09/02/2016
Francisco Delgado

La semana pasada los almendros estaban en flor. Los árboles seguían con su desnudez invernal. El sábado de carnaval nevó y la semana anterior gente joven tomaba el sol en bañador, a las orillas del Tormes. En los próximos meses las cárceles valencianas se llenarán de imputados o investigados, que han gobernado esa comunidad durante más de veinte años. En el resto de España hay un predominio de tiempos muertos, de espera del advenimiento de  vientos nuevos.

Ya no nos puede asombrar nada. Con más de cien imágenes y enunciados de noticias cada minuto, así durante años, se ha logrado que el cerebro humano no procese más información y se convierta en un archivo desvitalizado de neuronas inconexas. Para suplir ese vacío de pensamiento cada individuo tiene su móvil, en el que puede ojear el resumen de un periódico "on line". Sin que se le ocurra ni una idea.

En una misma semana nos enteramos que han desaparecido diez mil niños refugiados, en su camino desde Turquía a Europa y nadie sabe nada. Se escribe la palabra "mafias". En la misma semana nos enteramos de que varios países europeos, gobernados por partidos de extrema derecha, han prohibido cualquier paso por sus fronteras a los miles de sirios o iraquíes que siguen abandonando sus países. Es en la misma semana en que los españoles contemplamos pasivamente cómo la izquierda moderada es empujada a pactar con la derecha para formar un gobierno de "centro izquierda".

La misma en la que este periódico nos cuenta que un lujoso coche, en medio de los Carnavales de Ciudad Rodrigo, ha embestido contra varios peatones hiriéndoles. O la misma en que los antiguos concejales del Ayuntamiento de Cádiz protestan porque el nuevo alcalde ha ofrecido sus antiguos palcos a ciudadanos sin posibilidad de pagar la entrada al teatro, para el concurso de chirigotas.

En vista de cómo están las cosas propongo que este Miércoles de Carnaval elijamos una gran sardina, la mayor, para que meta en una lata gigante a todos los humanos que han pecado o han hecho pecar a otros, (pues se sabe que tan culpables son los corruptos como los corruptores) y los entierre en una ceremonia llena de expresiones de duelo.

Quizás dejándonos llevar por la ola de crueldad e insensateces que durante todo este siglo está inundando la mayor parte del planeta, lleguemos a un punto cero en el que de nuevo la primavera suceda al invierno, los niños que huyen de la guerra no se pierdan, los móviles no sustituyan nuestra capacidad de dialogar y los coches no invadan las aceras de inocentes peatones.

Y, como decía una compañera de un club de lectura, "dejemos de oír solo ruido" y escuchemos algo de música en las catedrales o los coros de los estorninos que  visitan esta bella ciudad. 

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