OPINIóN
Actualizado 09/02/2016
Cipriano Pablos

La más vieja aspiración del ser humano, probablemente, haya sido la libertad. Ocurre, sin embargo, que ni todos, ni siempre parecen haber entendido el significado exacto y el alcance justo de este añorado reto. Todo aquel que quiera vivir en libertad y con libertad debe entender que su valor se centra en saber ponerle el límite que, como otros derechos, tiene.

Cuando estamos destinados desde el inicio de los tiempos a vivir en sociedad, nunca deberíamos olvidarnos de quienes nos rodean, que también tienen sus derechos y con demasiada frecuencia, por la laxa e interesada interpretación que hacemos de los propios, pisoteamos los ajenos.

La libertad de pensamiento, si en pensamiento se queda, es ilimitada, hasta donde tu fantasía te lleve. Cuando de los pensamientos pasamos a la expresión o a la acción hemos de tener muy claro hasta dónde podemos llegar sin herir al prójimo. Porque la libertad no es una patente de corso que  permita llegar hasta donde a uno le venga en gana. La convivencia y el respeto por los demás, tener conciencia y luchar por la verdad siendo auténticos seres humanos es lo que nos hace verdaderamente libres.

No podemos quedarnos de brazos cruzados ante la amenaza que se vislumbra de caer en manos de un progresismo falso, incomprensible y que no acogería a todos por igual. El sectarismo siempre ha dado resultados negativos porque excluye a quien no piensa como tú, porque limita la verdadera libertad, porque se ampara en la mentira y esclaviza.

Si de verdad a nuestros políticos les importan España y los españoles, los sufridos ciudadanos de a pie, deberían pensarse dos veces el camino a elegir para proseguir en la conquista de todo aquello de lo que seguimos careciendo. Deberían empezar por ofrecernos mejores líderes y tener la valentía de irse a su casa aquellos en quienes es imposible confiar o seguir confiando. No pueden anteponerse ambiciones personales al interés común. Nadie es imprescindible. Necesarios somos todos si sabemos aportar lo mejor de cada uno en pro del beneficio general.

El ambiente de incertidumbre que vivimos y los "detalles" que nos van dejando los nuevos arribistas del poder en nombre de la maltrecha libertad y de ese pseudoprogresismo que pocos entienden, no deberíamos admitir que vayan calando en la sociedad como señal del cambio necesario. Cambiar lo que tenemos y cómo queremos mejorarlo es necesario, pero el camino a elegir debe ser más meditado o corremos el peligro de llegar a peores metas.

Que nadie tome la libertad como excusa para justificar lo injustificable. El ser humano debe ser humano en toda circunstancia y hay comportamientos que ponen en duda que esto sea así siempre por parte de algunos adalides de la decencia y la honradez que se postulan como modelos. Un respeto y más coherencia con los valores que dicen defender. 

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