OPINIóN
Actualizado 09/02/2016
Miguel Ángel Perfecto

Últimamente abundan las noticias sobre casos de acoso escolar en colegios y escuelas que en algún caso desgraciado han tenido terribles consecuencias como el suicidio del niño o la niña acosado.

A la mayoría de las personas nos conmueve cuando vemos el dolor de unos padres que han perdido a su hijo a causa de una sucesión continuada de malos tratos a cargo de sus compañeros de colegio, sin embargo, nos quedamos con la espuma de los acontecimientos, con la trivialidad de las cosas, que si la fragilidad del niño, su timidez, su poca adaptación a la escuela, la ignorancia ciega de sus padres y familiares que no han comprendido los signos de ese niño o niña acosados y maltratados brutalmente con el nuevo juguetito de los más jóvenes: las redes sociales o mejor dicho las redes antisociales.

Alguno acaso se pregunte al conocer la noticia, cuál puede ser la razón para que esa enfermedad social se extienda como la plaga entre los más jóvenes. Ciertamente, el acoso en la escuela no ha nacido ayer, desde hace mucho tiempo han existido pequeños o pequeñas tiranas que han convertido a alguno de sus compañeros de clase en objeto de rechifla y humillación.

Generalmente, el mundo infantil ha sido muy cruel con los diferentes, los gafotas para denominar a los que iban con gafas, los cerditos o simplemente los cerdos para aquellos niños un poco rellenitos, los maricones para aquellos otros niños un poco sensibles y raros de acuerdo con el común de la escuela. Los padres conocían esto y animaban a sus hijos a defenderse, " no estaba bien pegar, pero si van a pegarte defiéndete" solían decir los padres a sus hijos varones.

En la familia se enseñaba que el mundo era duro y para ser un hombre había que luchar y defenderse. Por otra parte, la sociedad de la época castigaba moralmente a aquellos niños y sus familias que iban de gallitos y de provocadores, el reproche social era muy importante y forzaba a los padres del alumno acosador o "machito" a pedir perdón al niño acosado y a su familia.

Hoy en día, por desgracia nos encontramos con varios fenómenos que no solo no impiden el acoso escolar, sino que lo propician.

En primer lugar, la abdicación de los padres por la educación de sus hijos. Los padres de hoy consideran una molestia educar a sus hijos en una serie de valores positivos: la solidaridad, el esfuerzo, el sacrificio.

Vivimos en tiempos mediocres donde el único valor es el dinero, todo vale mientras no te pillen. A los niños se les educa dentro de una burbuja, para que no sufran, para que no se traumaticen, viven sin conocer el valor de las cosas y las personas, cada niño es un universo único para sus padres.

Todos los niños son inteligentes y guapos, todos deben tener y poseer lo que les plazca aunque para ello la madre tenga que hacer horas extras limpiando casas para que el niño pueda comprarse las zapatillas de última moda o el móvil de última generación.

Es la ausencia de valores lo que propicia el acoso en la escuela o más tarde en el trabajo porque también existe el acoso laboral, y no solo por parte de los jefes, sino de los propios compañeros de trabajo.

Es urgente que los padres asuman sus responsabilidades en la educación en valores de sus hijos, que sepan el valor de las cosas y lo que cuesta ganarlo, que no se puede conseguir todo en la vida, que hay que trabajar y sacrificarse duro para formarse y preparase para un futuro mejor.

No hay que impedir el sufrimiento y el dolor, eso es algo natural como la vida y de esa manera se fortalecerán como hombres y mujeres de futuro. En definitiva, es la familia la que debe dar el paso para acabar con esta plaga que amenaza con destruir a toda la sociedad.

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