La mediocridad no tiene límites. Emilio está exultante. El camarero, que tan pronto se alegra de haber castigado al PP con su voto a C's, como maldice a Rivera por llevarnos a una situación de ingobernabilidad al fraccionar la derecha, ahora se siente protagonista de un cambio que imagina en el horizonte. ¡Emilio, abanderado del naranja!
El caso Valencia ha hecho mella en muchos Emilios. La corrupción (que no pasa factura en las urnas) pide sangre en las tertulias de bar. Los mismos que la amparan con sus votos, se sublevan con el tercer vino y descargan improperios a diestra y siniestra, y siniestra, y siniestra?
Pedro Sánchez está firmando su sentencia de muerte. La suya y la de un partido que agoniza sin rumbo, sin ideología. Los barones, caciques de casta de intocables, están muy bien donde están, a la derecha, entre el PP y ciudadanos, sin que sepamos muy bien quién de cuál de los tres se erige como el más conservador.
Y su electorado? Unos, cegados por la pasión de ser socialistas de toda la vida. Otros, alimentando el odio hacia quienes les han restado votos, sin percatarse de que los votos no los ha robado Podemos, sino que los ha regalado un PSOE sin rumbo, un PSOE que parece tener las posaderas en el IBEX 35 y no en la fábrica, en la calle, en los despachos de los curritos?
Emilio, el camarero, acabará votando al PSOE y no se lo reprocharé. Emilio es de derechas y su enfado con el PP le hace buscar otras formas (conservadoras) de entender España. Tal vez la España del Felipe González de hoy en día.