No es malo que, en determinadas ocasiones, aprovechemos determinadas conmemoraciones de acontecimientos, para llamar la atención sobre nuestro patrimonio cultural y literario, y más cuando tal patrimonio es de tipo inmaterial y, por ello, poco apreciado por una sociedad no atenta al valor que la cultura tiene y merece.
Ayer mismo, día 6 de febrero, se cumplieron cien años, un siglo ya, del fallecimiento del gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Y no es malo traer aquí la figura de este importantísimo poeta, porque podemos decir que con él se inicia la contemporaneidad poética del castellano o español, nuestra lengua, que ?recordémoslo de nuevo, para tantos que la descuidan? es, tras el inglés, la segunda lengua occidental más hablada en el mundo.
Rubén Darío (1867-1916) renovó la poesía contemporánea en español a través de su prodigiosa obra, que, sin ser muy amplia, sí que es decisiva. Sin la lírica de Rubén Darío no podríamos explicar a ninguno de nuestros grandes poetas contemporáneos: ni a Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez ni a prácticamente todos los autores del 27.
Los cimientos de la contemporaneidad poética en español están claramente fijados, son las 'Rimas' de Gustavo Adolfo Bécquer y la poesía de Rubén Darío, sobre todo, sus tres grandes libros: 'Azul' (1888), 'Prosas profanas' (1896) y 'Cantos de vida y esperanza' (1905).
A través de Rubén Darío, entran en la poesía española los dos grandes movimientos poéticos franceses, el parnasianismo y el simbolismo, con todas las novedades que traen: la musicalidad del verso y del poema, la utilización de símbolos, el gusto por el poema bien construido y estructurado, la utilización de referentes mitológicos greco-latinos, el gusto por las analogías y correspondencias (que propusiera Charles Baudelaire), la presencia de cierto exoterismo (procedente de la teósofa y ocultista rusa Madame Blavatsky, tan en boga en los cenáculos literarios y artísticos parisinos finiseculares), así como una cierta metafísica, que, en Rubén Darío se intensifica, sobre todo, en 'Cantos de vida y esperanza'.
Rubén Darío, además, acentúa el esteticismo (de clara raíz parnasiana) en nuestra poesía, convirtiendo al ave más elegante, el cisne, en símbolo de la belleza y del erotismo (por alusión al mito clásico). El cisne termino convirtiéndose en un símbolo tan manido, que poetas post-modernistas, como el mexicano Enrique González Martínez (1871-1952), para mostrar expresamente que rompían con el modernismo y sus tópicos, abominaron, en primer lugar, del símbolo del cisne, cuya expresión más conocida es el ya celebérrimo verso de González Martínez, de "Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje", perteneciente a su libro 'Los senderos ocultos' (1911).
Pero ahora nos toca celebrar a Rubén Darío, un clásico de nuestra poesía contemporánea. Y la mejor manera de hacerlo es, desde luego, leyéndolo y releyéndolo. Podemos, por ejemplo, leer el hermoso poema titulado "Ama tu ritmo", de 'Prosas profanas', donde el poeta, a partir de la teoría baudeleriana de las correspondencias, nos dice que somos "un universo de universos" y que nuestra alma, si sabemos escucharla, es "una fuente de canciones", de ahí que hemos de estar siempre atentos a esa "retórica divina" que se aloja en nosotros, y en los demás seres humanos, si es que no queremos dar la espalda a lo esencial del existir.