"Todo fue tan académico en sus actuaciones que parecían cortados por el mismo patrón y uniformidad y uno, evidentemente, echa de menos la garra, la ilusión, el desparpajo la salida del guión establecido"
Se recuperaba este comentarista de una "cornada", después del alta médica tras pasar por las manos del galeno, lo que no fue obstáculo para acercarme a Ciudad Rodrigo, visitar a los amigos, comer decentemente y acudir a presenciar la final de los jóvenes aspirantes del más tierno escalafón de novilleros.
Ya tenía conocimiento de cómo se estaban desarrollando las tientas anteriores; mi buen amigo Jesús me tenía al tanto de los acontecimientos. La tarde era muy templada, no hizo el frío de otras ediciones y ésta, que hacia la sesenta, se presentaba con ingredientes suficientes como para estar presente. Lo primero fue la cantidad de gente que se dio cita en la placita del complejo. Y no falta razón a quienes claman porque Ciudad Rodrigo debería tener una placita de toros, apañadita, un pueblo como éste con tanto vestigio histórico, con tanto empaque, y tradición no estaría mal que tanto Ayuntamiento, Diputación, aficionados, industriales y familia bolsinista pusieran en marcha esta iniciativa.
Como digo, mucho público, difícil situarnos para seguir las evoluciones de los toreros, y del ganado erales en este caso para solventar los ganadores de este año, y lo cierto es que no se lo han puesto fácil a los organizadores, todo lo contrario, pues en mi opinión salvo algunas pinceladas, de los aspirantes, ninguno de ellos sobresalió lo suficientemente por encima para proclamar el ganador; poco o muy poco, fue lo que pudo descubrir la nutrida afición, que no perdió vista de aquello que ocurría en la arena, los erales de varias ganaderías tuvieron un comportamiento diverso y alguno fue codicioso al montado, otros flojos, aunque no es cuestionable este apartado toda vez que hay que agradecer, como así fue que, los ganaderos aporten y faciliten que estos eventos puedan producirse. Otro capítulo es el de los "chavales", porque sin ser excesivamente crítico y duro con ellos, lo cierto es que a mi particularmente, dejaron mucho que desear, mostraron todos unas carencias esenciales para ser alguien en esta profesión, todo fue tan académico en sus actuaciones, que parecían cortados por el mismo patrón y uniformidad, y uno evidentemente echa de menos la garra, la ilusión, el desparpajo la salida del guion establecido, la indisciplina novilleril, el intento de otras cosas con el ánimo resuelto, apenas si entraron en competencia alguna. Ninguno se arrebató, poniendo la raza y el coraje, apenas citaban con la voz a sus oponentes, algo que significara, el porqué de querer ser:
Alguien en esta incertidumbre y zozobrante carrera de lidiar reses bravas. Servidor y otros muchos salimos del bonito recinto con aquella sensación de unas breves pinceladas, de alguno de los participantes, no hará falta decir de cuál de ellos, a buen seguro que ya habrán descubierto al que puso un poquito más de tesón, y al que puso un poquito de gusto. Todo, como digo, muy liviano, algunas gotas en una tarde carente de las más elementales bases del toreo. Vean sino los reportajes de este fenomenal fotógrafo de este periódico. Suerte, alegría, y que tengan, el que así lo elija, feliz Carnaval.
Fermín González