"El colmo de la ilusión es también, para el ser humano, el colmo de lo sagrado".
(Feuerbach)
En el espectáculo, una parte del mundo se representa ante el mundo, y le es superior. Esta afirmación de Guy Debord en su obra La sociedad del espectáculo (también lo serán las siguientes incorporadas en negrita), alcanza su máxima expresión el primer domingo de febrero, el Superbowl Sunday, el día, junto al jueves de Acción de gracias, en que más comida se consume en Estados Unidos. La Superbowl es, en la superficie, el encuentro entre los campeones de las conferencias Americana y Nacional de la liga de fútbol americano, pero, en el fondo, no mucho más que una máquina bien engrasada de hacer billones de dólares.
El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes. El domingo, efectivamente, toda comunicación vendrá condicionada en su contenido, pero también en su forma, por el propio partido. El domingo arderán las redes sociales con el hashtag #Superbowl50 (por ser la quincuagésima edición) y los sillones tendrán trabajo extra para soportar el peso del sedentarismo adyacente al deporte de salón y la dieta hipercalórica. El domingo, la realidad devendrá en imagen y la imagen quedará convertida en seres reales.
Lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece. Esta tautología la consigue el espectáculo por su manera de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia. Muy pocos espectadores de los que se sentarán este domingo ante el televisor valorarán de forma crítica su actitud pasiva, su irracional ingesta de comida basura o su adhesión incondicional a uno de los dos equipos contendientes. Dan por hecho, dado que es la Superbowl, que asisten a un evento sin par, a uno de esos hitos que el derecho divino les ha legado por su condición de seres humanos o, más aún, por su condición de nacidos en los Estados Unidos.
El espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada, que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sopor. Demos la bienvenida a la Superbowl, pues ella nos mantendrá entretenidos una noche más, absortos en la contemplación extática del esfuerzo titánico de unos cuantos curritos, afamados algunos, tal vez. Esta es la libertad por la que en su día luchamos. Estas las cadenas que nos mantienen seguros. Disfruten, apuesten y no se pierdan, por supuesto, la actuación del descanso. Es un regalo que nos hacen unas cuantas compañías por un puñado de billones de dólares.