Tengo la cabeza en otras cosas, en el guión de la obra de teatro que estoy ensayando, en la cuenta del banco, en el futuro de mi hijo y en el de mi país, sin gobierno aún. Tengo la cabeza en el equilibro diario para pagar las facturas, en que hay que llevar el coche a la ITV etc, etc? Y de repente me asalta el compromiso que tengo con este periódico para escribir todos los jueves. Todos son compromisos, preocupaciones, responsabilidades sociales. Y me pregunto ¿de qué coño escribo ahora?
El otro día escuché en el noticiero que un hombrito mayor había zozobrado con su barquita en algún lugar del norte por la mala mar. Pasaron los días, no sé exactamente cuántos, y cuando todos le daban por desaparecido, de repente hizo acto de presencia. Yo iba conduciendo y pensando en este sucedido. Llegué a una conclusión: aquel hombre, apareciendo, había tomado una decisión errónea. ¡Hubiera sido genial que el tipo éste desapareciera para todo el mundo?menos para él!. Hubiera podido leer cosas sobre su muerte, su funeral, vivir dos vidas, no sé. Estos malévolos pensamientos de un fulano gris, domesticado y manso como es mi caso me hicieron negociar malamente una rotonda y casi me estampo contra uno que la cogía correctamente. Un claxonazo me devolvió a la realidad circular del tráfico.
A veces quisiera desaparecer. Pero no de forma esporádica como esas bobadas que hace David Copperfield, no. Quitarme de en medio, pero no quitarme. No sé si me entienden porque es un poco enredoso este asunto. Y sigo preguntándome ¿de qué coño escribo hoy?.