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OPINIóN
Actualizado 02/02/2016
Andrés Barés Calama

Muchos son los personajes que han dado vida a la localidad serrana

    

"Manuela Barés (mi madre), con 10 años y El tío Mauricio el tamborilero" (1929).

Muchos son los personajes que de niño conocí en La Alberca. El hispanista francés Don Maurice Legendre, Director de la Casa Velázquez de Madrid, fue nombrado hijo adoptivo de La Alberca  donde tiene un busto en la C/ Los Praos y se encuentra enterrado en el Santuario de la Peña de Francia, aún recuerdo a pesar de mi corta edad la imagen del día en que se celebró su funeral.

Don Luciano Barcala Moro, el médico que mejor conocía a cada albercano, él era  quién nos atendía sin importar la hora del día o de la noche, él fue quien me animó a pintar al ver mis primeros dibujos al visitarme en casa cuando estaba enfermo.

Don Isidro Puerto (el boticario), un estudioso que se ocupaba de preparar medicamentos para que los más humildes que no podían pagarlos, y muy preocupado por la investigación de la enfermedad de los castaños, aún recuerdo cuando le llevábamos los cuernitos del centeno para sacar unas perras y poder comprar una torrija de la tía "Primi".

El maestro Don Severino Morán Rivas, él fue quien nos abrió los ojos en muchos campos, puede que de su grupo de niños saliera el mayor número de alumnos que llegaron a la Universidad, se la jugaba con Franco vivo al analizar cada día una palabra, conociendo sin darnos cuenta lo que significaba la palabra libertad, solidaridad, o democracia, que las iba intercalando con otras palabras.

A la tía Anita, la primera mujer de España en conducir un camión.

Sería interminable la lista de personajes que tenían una gran importancia en el devenir de cada día, incluidas las mujeres del Barrionuevo, siempre pendientes de nosotros, recuerdo que siendo muy niño, me caí al pilón de la fuente y allí estaba una de aquellas mujeres que te sacaba de inmediato.

A los tamborileros El Guinda El Chagüe, El Curioso, etc.

También la solidaridad entre los vecinos, si se moría un cerdo en una familia, era todo el pueblo el que les llevaba algo de su mondongo para remediar la desgracia.

No se me olvidará como dos hombres estaban dándose de tortas en la Plaza y rápido les separaron, afeándoles su conducta, al poco y entre dos luces, oí tocar las campanas y a la gente corriendo con cubos ya entre dos luces, había fuego en una casa, que era la de uno de los dos hombres que se había estado peleando, yo también corrí, y me subí al sobrao de la casa de al lado que era de uno de mis tíos, y al asomarme por la ventana, veo que un hombre se estaba jugando la vida en el tejado intentando apagar el fuego, y para mi sorpresa, era el otro hombre que minutos antes se había peleado con el dueño de la casa.

Muchos fueron los personajes con los que tuve la suerte de convivir en La Alberca.

                                                                                                                                 Andrés Barés Calama

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