OPINIóN
Actualizado 01/02/2016
Francisco Iglesias

Uno mismo puede ser el mejor aliado y el peor enemigo, lo mejor es aprender a vivir con los dos.

Ayer domingo estuve algo más de dos horas conduciendo en uno de esos viajes que en un principio iban a ser en buena compañía pero por cosas de la vida uno se queda solo, probablemente algunos están acostumbrados a pasar mucho más tiempo al volante, pero ese no es mi caso, así que fue una manera de salir de la rutina y quedarme a solas conmigo mismo.
Eso de quedarse a solas con uno tiene sus momentos, en principio lo planifiqué de manera que pudiese escuchar uno de esos Cds que sólo me gustan a mí  y que están al final de la guantera del coche, aprovechando la soledad lo canté tan fuerte como pude y pasé un buen rato recordando los momentos a los que te llevan las canciones, y es ahí cuando la máquina del recuerdo se pone en marcha y funciona con libertad, y está bien no interrumpirla, dejarla que traiga al presente momentos pasados o que aún no han llegado, personas que están y otras que se han ido, asuntos abiertos y cerrados, ese es el momento introspectivo, donde aparecen emociones: la alegría y la pena, la certeza y las dudas, es ahí donde podemos diluir la culpa o dejar que crezca.
No es que no haya más situaciones en la que quedarse con uno mismo, pero a veces como ocurre cuando no lo planeas, lo que no esperabas se convierte en algo más intenso, más auténtico. 
Hay momentos de soledad en los que estás acompañado, bien y mal acompañado, por uno mismo, ¿no cree?, porque uno mismo puede ser el mejor aliado y el peor enemigo, lo mejor es aprender a vivir con los dos, porque los dos son uno.

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