OPINIóN
Actualizado 31/01/2016
Victorino García Calderón

La naturaleza, a veces, se muestra en todo esplendor. Este es el pequeño relato de una tarde-noche y de un amanecer inolvidables a la orilla del Zurguén en Aldeatejada (GALERÍA DE FOTOS)

Al terminar de impartir un curso de iniciación a la fotografía creativa en la localidad salmantina de Aldetajada y después de despedirme de los magníficos alumnos que había tenido, me fui con mi mujer a dar un paseo por el pueblo, cruzamos un puente de cemento sin barandilla y giramos a la derecha por un camino paralelo al río Zurguén que "un tractor había abierto para cosechar", según nos dijo un lugareño.

  • Esto estaba intransitable, menos mal que el tractor ha aplastado la maleza seca y ya se puede pasear. Antiguamente el Zurguén traía más agua y en el verano nos bañábamos aquí mismo, ahora, ya lo ve Vd. el cauce está lleno de hierbas, cardos, juncos, espadañas? y aunque tiene mucha humedad no corre ni gota de agua, nos dijo el buen hombre.
  • Está muy bonito, le contesté yo.
  • Ya, pero a mi me gustaba más antes.

A continuación nos despedimos y nos dedicamos cada uno a lo nuestro: él a recordar, y mi mujer y yo a hacer unas fotos de un sitio espectacular en su pequeña biodiversidad.

El camino, que no tiene más de 200 metros permite, efectivamente, observar un sin fin de especies vegetales crecidas al amparo de la humedad reinante, todas pugnan por sobrevivir y, con tanta humedad, lo hacen con un tamaño y fuerza desmesurados. Las cicutas tienen unos troncos de varios centímetros de grosor, el bosque de espadañas es impenetrable y las distintas especies de cardos parecen que están orgullosas de sus flores y semillas. El recorrido fotográfico no tenía desperdicio ya que tanta vegetación atraía a innumerables insectos; abejas, avispas, mariposas, abejorros, coleópteros, arácnidos, caracoles? hacían su pequeño agosto entre las hojas y flores que, a su vez, atraían a los pájaros de la zona, pudimos ver gorriones, jilgueros y hasta un agaporni, en fin, una auténtica gozada para los ojos y para la cámara. Mi mujer con su móvil y yo con mi objetivo estuvimos casi una hora intentando que la belleza del lugar convertida en luz quedara grabada para siempre tanto en la retina como en nuestros archivos, hasta que la luz del día se fue desvaneciendo en la oscuridad de la noche. Al amanecer del día siguiente volví con mi hijo, estuvimos hasta que el sol inundó de luz explosiva todo el valle.

Lástima que los alrededores del puente estén tan llenos de basura y que los desaprensivos se olviden de papeleras y contenedores tirando bolsas de plástico, botes, tetra-bricks y pañuelos al cauce o sus alrededores, y aunque el señor del lugar no pueda volver a ver su río con agua en verano, no es menos verdad que el espectáculo está servido. Si quieres ver qué es lo que vimos mira las fotos que acompañan el artículo y, sobre todo, no dejes de pinchar en el enlace que hay más abajo.

 

 

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