OPINIóN
Actualizado 30/01/2016
Tomás González Blázquez

Los médicos ya no nos servimos de oraciones e imposiciones de manos como parte del tratamiento, pero no hemos dejado de utilizar la palabra y el gesto para desatar el nudo por el que el paciente acude a nosotros. La Medicina ha avanzado, cada vez se conoce más sobre las enfermedades, pero el conocimiento del enfermo parte de cero en cada ocasión. No cabe todo en protocolos. No puede entrar en la cabeza, ni en la del médico ni en la del paciente, todo aquello que descoloca lo que encajaba, que tuerce el camino de la salud y el bienestar. Ante el cambio de planes, surgen las preguntas, y la Medicina nunca estará en condiciones de responder a todas. Es inevitable contemplar la sobrenaturalidad y la trascendencia como elementos presentes, reales, en el afrontamiento de la enfermedad.

 

Estos días, junto al ibuprofeno y los antibióticos, para los males de garganta (¿nariz y oídos?) se dispensan las gargantillas de San Blas. Este obispo y médico del siglo IV murió mártir no sin antes haber salvado a un niño que casi se asfixia a causa de una espina de pescado clavada en su garganta. Extracción de cuerpo extraño que le valió el patrocinio de los otorrinolaringólogos y de sus pacientes, amén de acogedor de cigüeñas en años sin nieves.

 

Nuestro patrono, San Lucas, era el médico de su amigo el apóstol Pablo, pero aún le quedó tiempo para escribir un Evangelio y los Hechos de los Apóstoles y para pintar nada más y nada menos que a la Virgen María, en la mejor tradición de médico humanista y polifacético. Tres grandes mártires, Lucía, Águeda y Apolonia, sufrieron la pérdida de ojos, senos y dientes respectivamente, por lo que queda claro ante qué males nos encomendamos a ellas, y lo mismo ocurre con Lorenzo y las quemaduras o San Juan Bautista y el dolor de cabeza. A los gemelos San Cosme y San Damián atribuye la tradición el primer trasplante, a San Roque se le invoca como protector contra la peste, a San Antón y sus panecillos se le atribuye el fin del ergotismo ("fuego de San Antón"), y San Vito con su célebre baile pasó para siempre a los tratados de neurología. Por variopintas razones a San Liborio se recurre en los casos de cólico hepático, a Santa Demetria en los de eclampsia o a San Artemio para curar hernias, y así por docenas?

 

Es un hecho que, desde la fe o la superstición, o un poco de ambas, se recurre al Equipo Médico Celestial, y los galenos terrenales, los que creemos en Dios y los razonables que no se hacen problema con las creencias del prójimo, agradecemos refuerzos.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >De gargantillas y otros santos remedios