Quizás no debiéramos nos arrastra irremediablemente el final del abismo. Nos cierra perspectiva.
Quizás no debiéramos es la antología de un ridículo pasajero. La construcción metafórica de un fracaso tras otro.
Definitivamente quizás no debiéramos. Y al final, como todos los finales que quizás no debieron de ser, acabamos felices, pero con grilletes.