OPINIóN
Actualizado 25/01/2016
Jesús Garrote

Hablamos de derechos y a veces se convierte en una pérdida de facultades. Cuando todo se garantiza por ley y no hay que ganarlo las personas se hacen más exigentes y menos luchadoras.

Veo en los adolescentes sobre todo una peligrosa desidia. Un día a un chico le preguntó un juez el por qué no había hecho los servicios a la comunidad y le contestó: " Porque me canso", prefería estar en un centro cerrado a tener que estudiar formación profesional, hacer deporte, viajar, etc.

Pero esta misma dejadez la ves en los profesores de muchos colegios. Dejan a niños de ocho años dormirse en clase para que no molesten y los desahucian desde primaria o infantil.

Es un engaño perverso dejarse llevar por la desgana que lleva a más desgana. También es cierto que otro tipo de personas son hiperactivas hasta llegar al estrés, por dinero y por no enfrentarse con ellas mismas.

El secreto está en problematizar la educación social, problematizarnos la vida, esto significa mezclarse con supervivientes. Mi experiencia personal dicta que cuando me acomodo pierdo intensidad de vida, saco lo mejor cuando estoy alerta para acompañar a algún menor desprotegido o a mis propias hijas.

Sinceramente aunque tengo muchas aficiones cuando reservo mi vida para mí, pierdo fuerza y sentido.

Parece una continua lucha contra el propio cuerpo y algunos también empezamos a estar en lucha con una edad que nos limita por lo menos físicamente.

Cuando miro y veo tanta gente sin aparente pasión, quejándose cuando son privilegiados, vuelvo la vista hacia el otro lado del río, a los barrios bajos y todo fluye con otro ritmo.

No sé si la desgana está en los miedos o en la falta de prioridades. Me resulta fácil que brillen los ojos de mis alumnos, hoy les dije que me escribieran diez cosas que admiraran de sí mismos, una me contestó que estaba orgullosa de su lucha.

No soy de los de correr por moda o salud, necesito el juego en equipo del baloncesto, la motoazada o la necesidad de aprender y cansarme para igualar un poco la balanza de la injusticia.

Soy de los de seguir soñando con mis nuevos amigos. He cambiado algunos amigos de la infancia y del colegio, he cambiado los amigos que le gustaban a mi madre y esto acercándome a los cincuenta, yo creo que he cambiado de bando. Me gusta más la vida de los que no pueden acomodarse, la de los que opinan de su vida y no de la de los demás.

Mi entrenamiento está en la vida y no en los gimnasios, por eso cuando estoy con los de antes me aburro y me entiendo peor. Para no tener pereza necesito autenticidad y desacomodarme.

Como digo todos los días, gracias a los compañeros de batalla. 

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