OPINIóN
Actualizado 23/01/2016
Eusebio Gómez

Cuenta J.L. Martín Descalzo que en una emisora de radio que suele dejar abierto su contestador para recoger las peticiones de sus oyentes se ha encontrado el otro día un mensaje conmovedor. Era una voz tímida y temblorosa que decía: «Soy Luci, tengo cinco años y quiero hablar contigo porque mis padres se van a separar y no me hacen caso cuando quiero hablar con ellos. En el cole no quiero contarlo y no sé a quién decírselo. Te lo cuento a ti y así, al menos, ya he hablado con alguien.»

El escritor inglés Gilbert Chesterton ya lo advirtió hace un siglo: «La única educación eterna es ésta: estar lo bastante seguro de una cosa para atreverse a decírsela a un niño».

Muchos profesionales comienzan a decir abiertamente que uno  de los grandes problemas de la infancia: la soledad de los niños. Y no  hablan de niños abandonados en la calle, sino de los que se pasan los días en el colegio y que, al regresar a casa, no sienten la atención, el interés, la compañía, la presencia y la vigilancia de sus padres. Sólo se relacionan con la televisión,  ordenador, móvil? Algo falla en nuestra forma de vida cuando uno de los principales problemas de los niños es la soledad.

Muchos niños atraviesan una gran soledad en el hogar y en la escuela. Los vemos solos, jugando solos, caminando solos, llorando solos. Los hijos necesitan que sus padres hablen y jueguen con ellos. Ellos también tienen mucho que decir y mucho más que preguntar; pero es que las preguntan , tantas preguntas cansan a los mayores.

Y si la soledad en casa es peligrosa, mucho más lo es cuando se les deja solos en la escuela, se les arrincona y se les hace la vida imposible, persiguiéndoles de mil maneras.

El día 21 de enero traía el periódico el Mundo la carta de Diego González. Después de agradecer a toda la familia lo buenos que habían sido con él les decía: "Os digo esto porque yo no aguanto ir  al colegio y no hay otra manera para no ir. Por favor espero que algún día podáis odiarme un poquito menos".  La única forma de librarse del colegio era tirarse por la ventana de un quinto piso.

En este mismo día recordaba el mimo periódico el caso de Carla, Jokin y Aránzazu, quienes también terminaron con su vida, porque estaban cansados de vivir.

¿Qué puede llevar a un niño a suicidarse?  Cada caso es particular, pero normalmente el niño decide quitarse la vida por una experiencia traumática, como violencia familiar, maltrato, abandono, acoso escolar o abusos. En la adolescencia, es apreciable un incremento de las conductas suicidas. Los factores son varios, pero precisamente uno de los principales es el acoso escolar, según explica Pedreira. «Hay que separar lo que es el acoso de una agresión puntual. El acoso es permanente, constante y duradero. Y suele ser demoledor para la experiencia mental de algunos chicos».

El niño, en ocasiones, sufre terriblemente. «No hay dolor más cruel que el del niño que descubre por primera vez la perversidad de los demás. Entonces se cree perseguido por el mundo entero y no encuentra nada que le sostenga.» (Romain Rolland).

Marañón aseguraba que «el adulto debe prestar ante el niño, por pequeño que sea, el mismo respeto que ante Dios». Pero hoy, desgraciadamente,  no se respeta a Dios, ni a los grandes ni a los pequeños. Dostoiewsky llegó a escribir que «si toda la felicidad de los hombres hubiera de lograrse al precio del dolor inmerecido de un niño, lo digno sería rechazarla" .

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