OPINIóN
Actualizado 21/01/2016
Agustín Domingo Moratalla
Durante las últimas semanas la opinión pública ha comprobado que la diferencia fundamental entre la nueva y la vieja política está en la naturaleza chirigotera de la primera. La nueva política se ha instalado en el espectáculo, en la teatralidad, en la necesidad de reclamar audiencias a toda costa. De la misma forma que una chirigota es un conjunto coral callejero que durante el carnaval realiza coplillas humorísticas, la nueva política parece un conjunto coral callejero que con voluntad de espectáculo teatral reclama adánicamente la atención.
 
Al carácter chirigotero que ya tuvo la exaltación en el balcón municipal de Valencia con las tres reinas magas, se une la escenificación que algunos grupos políticos han realizado en la constitución de las Cortes. Los diputados valencianos de Podemos no se ha conformado con la participación en el espectáculo montado por el grupo en el interior, además ha llevado una comparsa mora. Sacadas de contexto, las imágenes cuadrarían bien en la semana de carnavales, conjunto coral que al ritmo de marcha mora pretende llamar la atención pública con sus coplillas o ritmos humorísticos.
 
Resulta que no todos los políticos de izquierda aceptan ser catalogados como chirigoteros y los socialistas más serios no están dispu
estos a solidarizarse con la política de chirigoteros que están haciendo los compañeros del pacto del Botánico. Los ejercicios espirituales de Morella no han proporcionado la cohesión y coherencia que sus promotores querían por la sencilla razón de que entre las filas socialistas y socialdemócratas no están dispuestos a darles un cheque en blanco a los chirigoteros.
 
Resulta que el Pacto del botánico forzó estructuras de gobierno mixtas cuya fórmula de cremallera impide la coherencia y cohesión. El principio de gobierno que preside la actuación de todos los órganos administrativos es la sospecha. Entre los altos cargos del nuevo Consell nadie se fía de nadie. Cuando uno habla con los cuadros políticos más inteligentes del socialismo valenciano siempre te dicen lo mismo: se nos van las energías construyendo por las tardes lo que el populismo y adanismo de los otros grupos destruyen por la mañana.
 
Consciente de esta situación y teniendo delante la sangría de votos que se está produciendo en las agrupaciones socialistas, a Joan Calabuig le ha faltado tiempo para desmarcarse de la política chirigotera practicada en la cabalgata de Reyes. Se equivocan quienes piensan que se trata de un juicio personal. Lo comparten los socialdemócratas más serios y menos nacionalistas, los menos chirigoteros. Consciente de que muchos socialistas ya están hartos de tanta payasada, la portavoz del PP ha ofrecido un pacto al Presidente Puig para evitar que lo mejor del socialismo valenciano no siga persiguiendo el porvenir en la pendiente resbaladiza de esta política de chirigotas.
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