OPINIóN
Actualizado 20/01/2016
Juan Antonio Mateos Pérez

En el periodo de vida de Nicomedes Martín Mateos es un periodo de grandes cambios sociales, económicos, políticos, de pensamiento. El país entra en la modernidad con la llegada del liberalismo, pero persisten muchas estructuras del Antiguo Régimen que irán desapareciendo poco a poco, económicas, sociales, políticas. De estos cambios no será ajeno el pensamiento y la filosofía, con una ampliación de la oferta y la demanda filosóficas, con una aspiración a un mayor rigor analítico y conceptual, con un fortalecimiento y dignificación de las estructuras jurídicas y administrativas que arropaban a los filósofos. Numerosas corrientes se disputan el centro del pensamiento, tradicionalistas, sensualistas, tomistas, espiritualistas, idealistas, krausistas, hegelianos, que intentarán dar respuesta a las diversas cuestiones teórico-prácticas del momento: cuestión social y económica, filosófica y científica, religiosa y política, pedagógica, etc.

Don Nicomedes se forma en los franciscanos de Béjar y un año en el Seminario de Plasencia, pero abandona la vida sacerdotal por los estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca. Del escolasticismo escotista que enseñaban los franciscanos pasaría al empirismo o sensualismo muy de moda en la Universidad en por la influencia de los grandes profesores Ilustrados como Toribio Núñez o Miguel Martel, para luego probar con otras corrientes como él comenta en alguno de sus escritos, hasta llegar al espiritualismo inspirado por Bordas Demoulin. Filósofo francés que sigue la corriente cartesiano-platónica, subrayando el origen y análisis de las ideas humanas, en ellas combina el pensamiento de Platón y San Agustín con el de Descartes y Leibniz.

Un espiritualismo que quiere completar con la esencia del pensamiento español más genuino, que según don Nicomedes estaría en la mística del siglo XVI. Para el espiritualismo el conocimiento parte de uno mismo para elevarse después al conocimiento de Dios por el que el hombre se completa, dicha relación entre hombre y Dios es la condición esencial del pensamiento. Al crear Dios los espíritus, produjo en ellos la imagen de sí mismo, y las ideas generales a un espíritu o a un alma, que son una copia de las ideas que existen en el espíritu creador. En el estudio de sí mismo nos encontramos las ideas que subsisten en Dios cono razón soberana increada. Las dos copias del espíritu soberano, los espíritus y los cuerpos, son seres reales, tienen sustancia propia, pero prestada, y como han sido hechas tales como son, no pueden vivir ni conservarse sino mientras se unen a su modelo, a su autor. De donde se sigue que nuestras ideas dependen inmediatamente de las ideas divinas, y que sin cesar deben elevarse, unirse corregirse y dirigirse por ellas, para sostenerse en su ser. Nada más inteligible que la idea de San Pablo: En Dios vivimos, nos movemos y somos. Su metafísica espiritualista se remonta a Sócrates, pasando por Platón, Plotino, San Agustín, Descartes, Leibniz, viendo muchas similitudes con la metafísica cristiana, pero sobre todo con la mística española del siglo XVI.

No podía faltar en estas páginas que nos movemos entre Atenas y Jerusalén, una referencia a este importante pensador que desarrollará sus ideas en las principales revistas de la época como La Revista de Instrucción Pública o La Revista de España. Un pensador comprometido con el progresismo, se presenta a las elecciones en varias ocasiones por el partido progresista, aunque sus mayores logros los realiza en Béjar como hemos apuntado, entendiendo la política como un servicio a la comunidad local. Un pensador preocupado por la instrucción que le llevaron a reflexionar sobre el progreso social y civilizatorio que entrañaba la educación. Fue uno de los primeros en cuestionar el tradicionalismo encabezado por Donoso Cortés, desde el convencimiento de la importancia de la religión en la sociedad y en la política.

Para Martín Mateos no había obstáculo entre religión y progresismo, en base a la tolerancia buscará vías nuevas que emplazan a la razón individual en el centro de las preocupaciones políticas y morales. Consideraba el cristianismo como el verdadero origen de la libertad del hombre, de la igualdad, de la fraternidad, de la bondad, de la justicia y del derecho; ideas inscritas en el entendimiento humano por el mismo Dios. Don Nicomedes, como los grandes pensadores vivió a destiempo, hoy posiblemente fuera mejor comprendido como pensador y como político, sirva este pequeño homenaje desde estas páginas.

 

Hasta ahora se ha seguido un rumbo opuesto, y ese mismo rumbo sin salida ha servido para volver a tomar el sendero de la tolerancia misma. En religión la formuló San Agustín con admirable laconismo: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas (En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad y en todo caridad), pero bien pronto se olvidaron de este consejo?. Dios, ha entregado el mundo a las disputas humanas, serán porque estas disputas sean necesarias para mejorar las soluciones, para refrescar la inteligencia; porque el espíritu humano no se divide sino para engrandecerse, no combate sino para corregirse?.

Nicomedes Martín Mateos, La Tolerancia. Madrid, Imprenta del Siglo, 1848

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