OPINIóN
Actualizado 20/01/2016
Elisa Izquierdo

No somos monedas de cambio. ¿Por qué ha de ponérsele un precio a la vida? ¿O una fecha límite? ¿O una etiqueta que diga: este fue tu pasado, este es tu presente y este será tu futuro? Como si todo estuviese escrito, como si no tuviésemos derecho a coger papel y lápiz y añadir cosas en los huecos de los márgenes. Y no, no quiero esa imagen, no quiero esa compra-venta de vidas prefabricadas y predestinadas, de tópicos disfrazados de ideales y de estándares vestidos de únicas opciones. La vida más que un derecho es un regalo, un regalo que como tal es nuestro desde el dia en que se abre. Por mucho que se empeñen en hacernos pensar que no nos pertenece, que les pertenece a los que tienen más de una y quieren coleccionarlas a su antojo, esos que no se conforman con la suya propia y que ni si quiera toman nada prestado, que las arrebatan sin miramientos.

¡Cómo podemos confiar en un mundo en el que los que menos tienen son los que más necesitan y los que más tienen no conocen la palabra necesidad! ¡Cómo vamos a creer en los que dicen que para ser bonita hay que quererse y respetarse tal cual eres pero en sus tiendas no cabe una 40! ¡Cómo vamos a fiarnos de los que hablan de igualdad pero fuera de su país olvidan lo que es la solidaridad! Parece que solo entendemos el valor de la vida cuando nos toca de cerca, cuando la vemos al filo, al filo de lo que no es vida y de lo que más duele. Y solo ahí nos damos cuenta de que hay regalos demasiado grandes, demasiado delicados, y que por ser nuestros no dejan de ser de todos, pues es lo que tenemos en común.

No permitamos que nos quiten lo único que tenemos, que no nos conviertan en un punto más en el mapamundi, ni un nombre más en la lista, que no seamos solo eso, ni una simple fachada plana. Seamos personas de carne y hueso, y de cerebro y corazón, de mano y pluma, que nadie nos diga 'no puedes' o 'tú eso nunca' porque hemos nacido para ser dueños de nosotros y no de otros, para no ser esclavos y para romper la cuerda si hace falta. Para demostrar que no solo estamos vivos, sino que queremos vivir siendo nuestro propio fin y no medios ajenos. No formemos parte de un negocio en el que siempre hay letra pequeña, no dejemos que nos clasifiquen como a fantasmas sin identidad ni causa...Defendamos lo que se nos ha dado, porque más de una vez seremos el capricho de otra vida, o el objetivo de un beneficio que ni si quiera tendrá que ver con nosotros. Y ojalá podamos decidir, al menos, qué hacer con nuestro propio regalo.

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