OPINIóN
Actualizado 20/01/2016
Enrique de Santiago

La "totemización" del líder, la consecución de vedettes como dirigentes, la imaginería con la que contamos, hace que se busquen personajes de aproximadamente cuarenta años, para que no sean excesivamente niños, pero sin mucho pasado, con poco futuro, guapos aunque no sean muy inteligentes, agradables, aunque no muy listos, que permitan la "audiovisualización" del personaje sin la comprobación, por parte del consumidor, de lo que sustentan para, con ello, engañar al ciudadano.

La mercadotecnia o la publicidad está muy estudiada. No precisa de inteligentes seres que pongan de manifiesto su solvencia intelectual, sino guapas - os y sexys que, utilizando el dinero y el sexo, atraigan al comprador a la adquisición estúpida del producto que se vende.

Algunos hablan de atajos cognitivos, de utilización de las estructuras políticas de oportunidad o incluso de valores de producción política, cuando la realidad es que nos están tratando como consumidores-borregos no pensantes que valoran la imagen y no el producto. Lo malo no es que eso sea así, sino que les funciona, que nos movemos igual que cuando vamos a comprar una colonia recordando la mujerona que se acerca al chico, en lugar de usar la nariz y comprobar su olor.

Acabamos de salir de unas elecciones en las que, tras clamar contra la corrupción, contra la mentira, contra la manipulación, vamos y votamos con mayorías al señor de Segovia que está siendo investigado por corrupción, al de Salamanca que se oculta en la segunda fila, al de Cuenca o al de Málaga que acaba de ser condenado por este o aquel delito; es decir, hemos convalidado al corrupto, al que se mueve en la mierda, por ir en este o en aquel partido que se nos vende como salvador de patrias, como el guapo que nos sacará de la ruina o la espectacular que se nos hace simpática.

No hace demasiado hemos tenido una elecciones locales en las que se votaba al guapo Rivera o al atractivo coletas sin comprobar al estúpido que se presentaba por este o aquel partido, en esta o aquella provincia, no ya sin comprobar sus planteamientos políticos, sino sin comprobar siquiera quiénes eran los que se ocultaban tras este o aquel policromado de colores políticos.

Los políticos son unos corruptos que debemos de limitar en número y en su actuación; pero, los ciudadanos somos responsables de la ruina a la que nos llevan por no tomar medidas, por no comprobar con el algodón que no engaña, por no revisar si son verdad o mentira..

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