OPINIóN
Actualizado 19/01/2016
José Javier Muñoz

Internet ha representado una transformación sustancial en las relaciones humanas. Según recientes estadísticas, casi la mitad de los habitantes del planeta tienen acceso a la red. La distribución, obviamente, es desigual, porque en los países desarrollados son usuarios potenciales tres de cada cuatro personas y en los pobres no llega a un tercio. Vivimos atrapados en una telaraña global a merced de un clic. Desde hace un cuarto de siglo el mayor peso de las comunicaciones entre individuos y colectivos se desarrolla a escala mundial por la red de redes, ya sea para el mero contacto familiar, social y profesional como en el ámbito de las noticias de actualidad, el ocio, el comercio, la cultura y la ciencia. Hablar de sus ventajas e inconvenientes viene a ser como exponer los pros y los contras de cualquier otra forma de expresión y contacto interpersonales y colectivos: el teléfono, el correo postal, la prensa escrita, la radio, el cine, la televisión...

Internet es aula y cadalso, museo y vertedero, cancha deportiva y espejo de exhibicionistas, pódium de héroes y vomitorio de viciosos y delincuentes, confesionario y patio de vecindad, ara y pira inqusitorial, catre cuartelario y cama redonda, pasquín y biblioteca universal, kiosko de barrio y zoco universal. La red permite ponerse al día de lo que pasa en el mundo y hasta en la calle de al lado, hace posible que llegue a su pantalla este periódico digital, facilita enviar mensajes inmediatos y gratuitos a los seres queridos, ofrece la oportunidad de comprar y vender sin moverse de casa... y actúa también como altavoz de las campañas del terrorismo yihadista para captar adeptos.

Se suele comparar a los seres humanos con las hormigas como metáfora del gregarismo. Yo veo más adecuado hablar de la existencia de un alto porcenaje de borregos, seres sin criterio ni personalidad que abrazan causas inverosímiles por motivos de estatus, codicia, rencor, sexo o simple compensación del complejo de inferioridad. Porque si queremos hacer el parangón con un insecto, la nueva era nos ha convertido más bien en moscas, acudiendo en masa a un panal de miel o a un montón de mierda aunque sepamos que en el trayecto abundan las telarañas.

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