OPINIóN
Actualizado 15/01/2016
Eugenio Sánchez Redondo

   Los domingos por la mañana Elena y el que escribe íbamos a ver al equipo de Maderas Peralta, con el tiempo nos cruzábamos por Padre Cámara, pastor Alemán en mano, un partido de pádel, torneos de Aviva, breves conversaciones. Saliste en prensa y descubrí tu hazaña de ser maestro, aterrizaste en mi barrio, en el Colegio de la Asunción, ¡tenemos pendiente ir al cole a hacer deporte adaptado, con Darío lo haremos por ti!, por las tardes te veía en extraescolares con los niños. Bicicleta y caminos con Carlos el Mago y compañía, uno de nuestros últimos encuentros fue en Alba con la pequeña en el carrito, no éramos amigos, pero eso no mitiga el dolor propio y el que se siente de una familia descorazonada.

   En estos momentos hasta la fe se tambalea querido Carlos, de un tiempo a esta parte se están yendo personas muy importantes, a las que sólo podremos volver a mirar a los ojos en nuestra memoria.

   Tengo una rabia contenida que no sé cómo expresar, qué injusto, qué destino macabro tiene en sus planes arrebatar la felicidad a un padre con su hija, mujer, madre, hermanos, amigos.

   ¿Por qué tú, por qué nos vamos? ¿A dónde? ¿Por qué queda nuestra obra inacabada?

   Leo en estos días notas sobre ti, Gato, Barrueco, tu hermano Óscar? tantas muestras de cariño, aprecio, dolor,  no son en vano. De todo hemos de aprender, hasta de algo tan terrible como tu partida. Últimamente repito a menudo, nos vamos con lo puesto, es cierto, te has ido sin tu bici, sin tus triples, sin tu pala de pádel, sin el huerto de cole, sin tus niños.  Te vas y dejas huella, la de tus pasos, la del orgullo de los tuyos por haberte tenido y compartido, te vas y te quedas en nosotros, no lo dudes.

 

   Ya estás allí, has llegado.

   Toda una vida para entender por qué te has marchado, con el rostro sereno lloras por las lágrimas que por ti brotaron.

   Estás en los silencios, en las miradas infinitas que te siguen esperando.

   En la noche callada que grita su espanto.

   En dos almas benditas, en tus dos hermanos, en una madre rota en mil pedazos.

   Espero tu carta, nos llegará en forma de esperanza, nosotros sentados en los pupitres como alumnos aplicados, honrando memoria y pasado, con miedo al futuro, pero siempre en tus manos. Como buen maestro mostrarás el camino de vida porque sigues estando, porque así lo quieres, porque aún no has tirado el último tiro libre.

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