El ser humano tiene más poder del que sabe usar, desde que empezó a inventar instrumentos para la violencia. La energía atómica es el ejemplo más sobrecogedor.
Ahora empezamos a tener el poder de elegir, en aspectos cada vez más llamativos, a los hijos que queremos tener. No sé si debemos oponernos a ello y qué razones éticas podíamos tomar como referencia. De momento, solo quiero hacer pensar al lector.
Las mujeres (un nuevo poder bien decisivo) pueden comprar esperma en un laboratorio y fecundarse ellas mismas en casa, con técnicas cada vez más sencillas, como se viene haciendo desde hace tiempo con las hembras de otras especies.
El laboratorio ya permite elegir entre diferentes alternativas, ofreciendo semen, con ofertas diferentes sobre el donante: nacionalidad, características físicas y profesionales, etc. No sé si han llegado, pero seguro que no estamos lejos, de ofrecer un catálogo detallado (altura, peso, edad, color de los ojos y todo tipo de características físicas ?con foto incluida-, profesión, nivel de renta, etc. del donante). Por supuesto, también se puede elegir el sexo del hijo o hija. Desconozco, pero todo llegará, si la compra conlleva algún seguro con los compromisos de la empresa y si ofrecen evaluaciones sobre el grado de cumplimiento de esos compromisos y qué hacer con el produzco si no responde a lo esperado, etc. ¿Un aborto a tiempo?, ¿Devolución de la cría a la empresa y oferta de ésta en el mercado de la adopción?
Respetamos a las madres que optan por esta vía para tener hijos, están en su derecho, y además estamos seguros de que la mayoría serán responsables con sus hijos e hijas, sabiendo que apostar por una vida conlleva incondicionalidad en relación con las características físicas o sociales que tenga la cría.
Pero será bueno que pensemos todos qué está ya sucediendo y, sobre todo, va a suceder, dejando en manos del mercado este asunto tan importante para la especie. Imaginamos a las empresas buscando donantes cuyo semen se venda mejor (el concepto de mejor será el dominante en el mercado), haciendo anuncios sobre los donantes más prestigiosos, campañas especiales en Navidad, por eso de ser el tiempo del amor, ofertas en la cuesta de Enero y durante el cálido Julio.
¿Seremos con nuestras decisiones más sensatos que la naturaleza, eliminando taras hereditarias, por ejemplo, o acabaremos todos eligiendo el semen de?. (el más guapo, le más cachas, el mejor deportista, el más corrupto, el más prestigioso según nuestras televisiones) ¿O dejaremos en manos de los políticos el tipo de ciudadano que deseamos sea engendrado?
¿Qué hubiera pasado ya en algunos países si las mujeres o los padres hubieran podido elegir el sexo de las crías? La respuesta a esta pregunta es bien conocida. La naturaleza lo ha venido haciendo casi al 50%, ¿lo haremos nosotros mejor seleccionando viendo anuncios en televisión o siguiendo las ofertas en Internet?
Del mercado, ¡Líbranos Señor!