Las elecciones del pasado 20 de diciembre han abierto un abanico de posibles pactos que, si bien eran predecibles, no han sido los ajustados a esas predicciones. Los pactos para formar gobierno se hacen muy difíciles, cuando no imposibles, por lo que estamos abocados a unas nuevas elecciones.
El pacto de la derecha no consigue la mayoría suficiente para formar gobierno, pero el posible pacto de la izquierda tampoco conseguiría esa mayoría, incluida la formación de Podemos, para conseguir esa mayoría que permitiera gobernar al PSOE sería necesario que se unieran al pacto los partidos independentistas, hecho muy improbable, y más aun después de la reunión de la ejecutiva del PSOE que ha dejado perfectamente claro el no pactar con elementos que promuevan la separación o independencia del estado, así pues parece imposible tener gobierno si se rechaza el referéndum en Cataluña.
No deberían asustarnos los pactos. La política es el arte de pactar, dialogar, consensuar, ceder y gobernar, y vemos como los pactos puntuales consiguen que se formen gobiernos de distintas ideologías en beneficio del bien común; de tal manera que podría gobernar el PP en minoría por haber sido la fuerza más votada teniendo que pactar para promulgar aquellas leyes que fueran del interés de la mayoría. Debería formarse un gobierno de coalición PP-PSOE altamente improbable pero necesario para que España saliera definitivamente de la situación económico-social en la que se haya inmersa, y tampoco estaría mal la creación del gobierno tripartito que promueve Ciudadanos para terminar con la inestabilidad creada por las urnas.
Sin embargo, esta situación de inestabilidad política debería ser aprovechada por los cuatros partidos políticos mayoritarios para conformar un gobierno estable con el único fin de cambiar aquellas estructuras de estado susceptibles de ser cambiadas, modificar la constitución en la medida que sea acordado por la mayoría para someterla a referéndum de los españoles y, una vez refrendada, convocar nuevas elecciones con una nueva o modificada constitución y, por ende, con un nuevo sistema electoral. Saldríamos así de esta situación inestable sin ganadores ni perdedores.
Sin embargo, de prevalecer el interés personal, que no estatal, de Pedro Sánchez para intentar formar gobierno y así conseguir la Moncloa, llevaría al PSOE a solicitar los votos de Esquerra en un pacto en el que, sin duda, la democracia gana pero España pierde. Probablemente, a partir de ahora, cualquier pacto con los partidos soberanistas hará que España siempre pierda.
Esperemos que los hados iluminen a nuestros próceres para que realicen pactos de Estado en beneficio de España.