Solamente la solidaridad en la acogida es el camino para comenzar a dar solución a ese problema que nos está avergonzando de una manera especial en estas últimas semanas; la presencia de emigrantes y refugiados en las puertas de los países europeos.
Creo que estamos obligados, todos los países europeos, a abrir puertas, ventanas y posibilidades a quienes huyen, como nosotros lo hemos hecho y lo volveríamos a hacer; como hace toda persona en derecho a defender su vida y su persona, del hambre, de la violencia y de la muerte.
Europa, al ser causa de semejante atropello humano, debe ser, por responsabilidad, parte de la solución también de un problema tan urgente como necesario.
Nuestros gobernantes no van a mover un dedo en la dirección acertada; pero los ciudadanos y ciudadanas de cada uno de los países de Europa debemos emprender con toda urgencia un camino de solidaridad; en primer lugar creando y extendiendo esta conciencia de solidaridad sin límites y en segundo lugar, propiciando acogida en pueblos y países como respuesta incondicional que se revela ante el egoísmo y el miedo de quienes nos gobiernan.
Los ciudadanos y ciudadanas debemos perder el miedo que muchas veces determina nuestro actuar respecto de ellos y su presencia entre nosotros. Estamos en un momento de extrema urgencia. Muchas vidas humanas están en peligro. No podemos seguir avergonzándonos con situaciones como las que venimos arrastrando desde hace tiempo, pero sobre todo en estas últimas semanas.
Que la actuación de nuestros gobiernos no den posibilidades a quienes desde mafias asesinas utilizan las vidas de los empobrecidos por el hambre y la guerra, debe ser una de nuestras denuncias y empeños.
Que cada persona, que cada casa, que cada familia, que cada grupo social sea un hipotético, pero real si llegara el caso, espacio de acogida y solidaridad concreta con todas las víctimas. La que nuestros gobernantes ni quieren, ni parecen que estén dispuestos a entender.