Desde que se inició la primera campaña electoral de la elecciones europeas, hace ya más de año y medio, el país se ha visto envuelto en una serie continuada de propuestas y anécdotas en el campo político que podrían incluirse legítimamente dentro del género literario del esperpento. Me limitaré a comentar las últimas que están teniendo lugar en estos momentos y propician desde el furor a la carcajada, todo dentro de un género entroncado con la astracanada de Muñoz Seca.
Acto Primero: Mas, el protomártir de Catalunya.
Artur Mas, heredero del monarca Pujol y representante lígrimo de la burguesía catalana, ante el desastroso gobierno tripartito dirigido por el PSC y su líder Maragall, que apoyaba un modelo confederal para España, decidió no quedarse atrás e imitando los lemas de la racista Liga Norte italiana y continuando con el desprecio originario de la burguesía catalana hacia los botiflers andaluces y extremeños, lanzó la campaña de España Nos Roba y exigió la autonomía financiera de Cataluña. "Cataluña para los catalanes y España a medias".
Con la ayuda entusiasta del Partido Popular y el empuje del PSC, los catalanes le compraron la moto a Don Artur y en medio de la aguda crisis económica, España pasó de madre a madrastra. Naturalmente, los corifeos de turno, disfrazados de intelectuales, periodistas e historiadores subvencionados animaron el cotarro en los medios de comunicación e inventaron nuevos símbolos patrióticos frente a la monarquía casposa y corrupta de España representada por un rey cazador de elefantes. A partir del éxito inicial, Don Artur, en aras de construir el país, como decía su mentor Jordi Pujol, se dedicó al agit-prop y a la desconexión de España con la ayuda inestimable de los dineros de la Generalitat, mientras farmacias y hospitales catalanes pasaban por negros momentos. Siguiente paso, unir a todos los partidos catalanes en una lista única presidida por el ya Padre de la Patria catalana, Don Artur Mas, para eso era necesario acabar con el PSC, dividido entre los nacionalistas catalanes y los autonomistas y echar al PP a las tinieblas exteriores. En esto apareció un pequeño partido Ciudadanos que se convirtió en la referencia natural de los no nacionalistas. Mas no se amilanó y siguió con su objetivo atrayendo a Esquerra a su coalición y convocó por tercera vez elecciones en Cataluña.
El fracaso de la alternativa Mas que contaba con medios de comunicación bien engrasados y con control de la calle por asociaciones afectas fue colosal. La coalición ganó pero perdió la independencia prevista de Cataluña y por si fuera poco, junto con el enemigo Ciudadanos, convertido ahora en el segundo partido de Cataluña, apareció un partido antisistema, anticapitalista y antieuropeo, la CUP que tenía la llave de la Generalitat. El baile entre la coalición dirigida por Mas, desde el cuarto puesto de la lista y los revolucionarios del Poble Nou duró meses y acabó como el rosario de la aurora, de madrugada. El Proto mártir consiguió en cinco años, dividir Cataluña, no gobernar y convertirse en el político más ridículo de 2015.
Acto Segundo: Pablo Iglesias quiere la herencia del PSOE
Erase una vez, un grupo de politólogos que querían hacer la revolución socialista pero ante los cambios del país y la integración en Europa, se fijaron en otro continente América latina, el modelo para llevar a cabo lo que había intentado el Che Guevara y la revolución Cubana. Allí en Venezuela, un comandante había llegado al poder para quedarse por las buenas o por las malas y nació el Bolivarianismo, un invento ideológico que hubiera hecho las delicias de D. Vladimir Ulianov si este hubiera entendido que era eso del caudillismo latinoamericano.
Pertrechados con las agudas lecciones teóricas del comandante Chavez, volvieron a nuestro país, España, inmerso en una profunda crisis económica y político-social que había alejado a la población de los políticos y las instituciones democráticas, con una corrupción galopante por todas partes. Tras las protestas ciudadanas en las calles y con una clase media muy cabreada surge la receta mágica del populismo que consiste básicamente en las apelaciones globales a los intereses del pueblo frente a la casta dominante, los pobres frente a los ricos. Nada hay tan estimulante que todo el mundo se vea reflejado en ese sofisma binario: los buenos y los malos, los de arriba y los de abajo. La responsabilidad personal se diluye y la culpa es siempre de otros, nada que ver con la especulación urbana y rural que benefició a mucha gente a costa de destruir nuestras ciudades, incrementar los precios y crear una economía de casino.