OPINIóN
Actualizado 11/01/2016
Alejandro López Andrada

Tarde del Día de Reyes. He regresado. El campo es una lágrima que gira sobre mi corazón. Ladran los perros trazando un minucioso laberinto de esquinas invisibles en el aire. Voy avanzando hacia la lejanía. Siluetas invernales se recortan como fantasmas sobre el horizonte. Por el paseo de la Ermita subo y el niño que ayer fui viene a buscarme. Camino entre los árboles ya ocres, mientras la luz se hace de charol. A izquierda de mi alma cae el crepúsculo. !Qué altas vuelan hoy las avefrías! La vida se levanta en torno a mí, abriendo vórtices a mi alrededor.

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