OPINIóN
Actualizado 11/01/2016
Rubén Martín Vaquero

Mucha mierda

Aún no ha comenzado la demandada representación, quizá por un exceso de música instrumental. Los espectadores, tan entregados como siempre, ya compraron las entradas sin conocer ni una señal, ni un indicio del programa. Los más leídos no quieren sentarse en las butacas y especulan preocupados? ¿será un auto sacramental? ¿Una comedia heroica? ¿Tal vez de capa y espada? No hay metesillas ni sacamuertos que puedan ayudarlos. Ni siquiera a los apuntadores (avisados dramaturgos, farsistas y saineteros), les han enviado el repertorio y el elenco. Al contrario, por el teatro rondan tijeras abiertas, calendarios oxidados, ojeras de noches muertas y mil espíritus sectarios.

Ajenos a la expectación que han levantado, se ve entre bastidores a los transformistas y comediantes repasar una y otra vez unos papeles en blanco. Se rumorea que cada farandulero arrastra un sermón, siete pregones, remedios para el mal de ojo, una mochila de intransigencia y un puñadito de abrojos.

Las comparsas, armadas con delantal, cuchillo y tenedor, aguardan turno para salir a interpretar su libreto. Nos han informado que comparten camerinos el Guerrero Enmascarado y un primo de Sancho Panza; Goliat, dos rabinos y un pope; el abuelito de Heidi y un visionario miope; la bruja de Blancanieves y el trapecista de Barna; Crispín, Sisí y El Jabato; el lobo de los cerditos, Caperucita y el Tato.

Esperemos que pisen bien las tablas y al desenlace los alcahuetes repartan pescaditos, angulas y sobrasadas, butifarras y chorizos, langostinos y fabadas, cochinillos y lechazos, chuletones de morucha y huevos con farinato.

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