Con precisa exactitud se deslizan
las yemas de tus dedos
entre la aguja y el hilo,
alcanzas a coser los brazos
entre puntada
y puntada, apenas
diviso tu rostro
entre la bruma del sueño.
Una muñeca de trapo
se ha rendido en tu costado
con ojos de aire nuevo
y sabor a mercadillo,
después me he debido de
quedar dormido,
pues la siguiente vez
que he entornado la mirada
tus muñecas ya descansan
en una vieja caja de zapatos.
El tren está llegando
a Barcelona,
el reloj se ha disparado
sin tus manos de retal.