No, no voy a entonar un "requiem" por nuestro escritor más universal sino por ese santuario de la escritura universal, por la LIBRERÍA CERVANTES, que ha dado vida a tantos escritores llevándolos a tantos lectores no sólo salmantinos sino de todo el mundo, que allí han hojeado y comprado sus libros. He recibido la noticia de su inminente cierre por SALAMANCArtv AL DÍA, lejos de mi ciudad. Una noticia anunciada, pero nunca deseada y ni siquiera esperada, siempre rechazada. Allí estaban mis amigos los libros, mis propios libros y sobre todo los libreros mis amigos. Por la calle Azafranal me caía de paso y con frecuencia entraba a buscar alguna novedad, a recoger los que Cele ya me tenía preparados. A veces, conversaba un momento con Jesús Sánchez Ruipérez, últimamente menos conversador. El me publicó mi primer poemario en el año 1992, Estoy viendo pasar el río. Allí estaban y se vendían mis libros. Estoy hablando en pasado, es decir de un futuro que parece que se hará inminente realidad. Para mí es un símbolo de lo efímero de la existencia. Esa calle, que tantas veces he transitado ya no será la misma sin "Cervantes". Todo cambia hoy vertiginosamente, pero no por ello sin dolor. ¿No habría remedio todavía? Seguramente es un holocausto a las técnicas modernas de la impresión virtual y la difusión en Internet del libro y de los demás "productos culturales". Parece que no ha sido posible. Asistí hace poco tiempo, delante de la puerta de la famosa librería, a una breve conversación de un empresario salmantino, amigo y amante de la cultura, y un empleado de la librería, jefe de una de las secciones: "Si los empleados os quedáis con la librería yo aportaré capital; aquí tenemos un testigo". Esa fue exactamente la proposición. Pero la realidad nos arrastra y en este caso se llevará por delante un retazo de la historia de la vida cultural de Salamanca.
París, 2 de enero, 2016