OPINIóN
Actualizado 08/01/2016
Luis Marcos del Pozo

Hace años que no oigo, y realmente pocas o ninguna vez lo oí a mis hijos : "quiero que los reyes me traigan todo lo que he escrito en su carta".

Quizás porque a mi desde siempre me dejaron muy claro, y lo agradeceré eternamente, que todo requiere un esfuerzo, que detrás de cada regalo se encuentran horas de trabajo, de esfuerzo, de sudor y lágrimas para conseguir la bolsa sobrante para efectuar el regalo. Por que está claro, que ha de ser sobrante, no se puede anteponer la necesidad "virtual" a la necesidad real. Esta será la primera mentira que le contemos a nuestros hijos y el primer engaño que les hará situarse dónde quizás no están e incluso tienen difícil poder llegar.

El exceso de regalos tiene un poder anestésico en lo infantes, anula valores como el esfuerzo, la generosidad o incluso, en estos tiempos convulsos, la austeridad.

Los regalos deberíamos de llevarlos a cabo con premisas manifiestas  como la necesidad, la prioridad o la coherencia del mismo. Olvidarnos de la exigencia de los menores ya sea esta promovida por la publicidad de los productos, por el deseo de compensación al tiempo que se les roba diariamente o por  mostrar cierto nivel adquisitivo y social por medio de los regalos que hacen a sus niños. Cuando los adultos no respetamos las premisas anteriores creamos niños inmaduros e insaciables que se convertirán en adultos insatisfechos...

Según los datos del último estudio sociológico de una conocida gran superficie sobre "Hábitos de compra de juguetes de los españoles", el 87 por ciento de los padres compran los juguetes que sus hijos han elegido de forma previa. Esta cifra es la mejor forma de analizar cómo los padres sucumben a la tiranía de sus pequeños.

Alejandra Vallejo-Nájera afirma que "la familia no es una democracia'" para justificar que "no somos amigos de nuestros hijos, sino sus padres", o lo que es lo mismo los responsables de su educación, con todo lo que ello conlleva y ante esto hay cuestiones que no deberán ser consensuadas, sino impuestas para evitar males mayores, ¡pero impuestas por los adultos!.

Claro está, no hagan caso de esta misiva, salida de un "carca", obsoleto y caduco y que se ha pasado las modas sociales  por los diferentes arcos que conforman su cuerpo. Si alguno de ustedes, mis pocos lectores, se plantean que puedo tener un ápice de razón pidan cita en su psicólogo de cabecera, pues se han convertido en diferentes de las hordas que ocupan nuestro tinglado social.

 

 

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