OPINIóN
Actualizado 08/01/2016
Eugenio Sánchez Redondo

   Libertad en el aire sin direcciones prohibidas, sin atascos, sin semáforos, aire virgen en los pulmones, una cabezada en almohada de algodón. Recostado sin preocupaciones, en silencio, recreando un mundo que pudiera existir.

   Me despierta el color del amanecer, el reloj del sol marca los ritmos, eremita de los pensamientos, tejiendo ideas entre sentimientos de paz.

   Contemplación, ausencia de deseos banales, piruetas en un mar de nubes con forma de delfines, ojos cerrados, sintiendo el peine del viento entre mis dedos y mi alma.

   Crespúsculo diario, llega el adiós a la luz, el descanso en la choza a resguardo de la fría noche, mi roble, mi encina, me cubren con sus ramas, inclinan su tronco robusto, acunan mis escalofríos, seducen mi ansias de sueño. (Como el "vaquerillo" de Gabriel y Galán).

   Quisiera volar, soñar, olvidar este lastre terrenal. Demasiada rutina y escasa armonía.

   Mañana me levantaré con una nueva sonrisa, con la idea de un mundo mejor, porque he dormido entre nubes, porque he volado entre pájaros, porque así lo quiero, ganaré a Miguel al pádel, iré a llevar a los niños al colegio, comeré en casa de mi madre, lo haré con pausa y en voz baja, dándole la vuelta a la rutina, hablaré con el Mago de Guardia, y con mis hermanos, que aún sin tener lazos de sangre, los siento cada día más cerca.

   La vida es sueño de Calderón, y yo, tu Segismundo.

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