Camina con su cansancio de siglos la salamandra, preñada de sus propios huevos, quién sabe si para "parir" sus crías en los alborotados torrentes. Dicta la humedad otras obligaciones menos evidentes a los bulbos y raíces. Y es que lo más crucial no se ve porque sucede bajo el suelo o cuando no estamos. Gracias al máximo de lluvias anual, recogen reservas líquidas la encina, el roble y todos sus subditos. Hurga hacia lo alto el tallo del helécho, pero pasarán más de nueve semanas para que empiece a ser del aire. El trigo desafía al hielo con un solo palmo de verdor. En cuevas, abrigos, madrigueras y hendiduras duermen osos, lirones, marmotas y murciélagos. Justo cuando el ciervo y la perdiz están más despiertos que nunca para evitar el perro, el disparo o las añagazas de zorros, lobos o águilas reales, que están ya calentando el aire más frío del año con vuelos que marcarán los límites de su dominio vital. Está poniendo la trucha todavía, aunque comenzó en noviembre, cerca de los veneros nada menos que hasta tres mil huevos por cada kilogramo de peso de la hembra Poco, prácticamente nada, dicen de sí mismos los reptiles y otros anfibios, casi todos aletargados en los refugios más insospechados. Despierta, no obstante, un buen puñado de botones de muestra en casi todos los frentes. Florecen algunos árboles y hierbas. Amanse grandes aves y mamíferos. Cantan los madrugadores, que no son pocos. Es más, tenemos todos los campos, aguazales y bosques llenos de tantos pájaros invernantes, que deberíamos bautizar al invierno en Iberia como la estación de la hospitalidad Como uno de los momentos en que más vertebrados alados se pueden contemplar.