OPINIóN
Actualizado 04/01/2016
Jesús Garrote

Algunos de la clase media podemos vivir con bastantes menos cosas materiales. Cuando hablas con muchas personas parece que todos merecen más de lo que tienen, yo en mi caso merezco menos de lo que tengo y disfruto. No creo que se pueda resumir en aprovechar lo que nos toca vivir.

Yo puedo constatar que hay niños y familias que tienen menos oportunidades, en España y fuera de ella, pero esto que todos aceptamos como una obviedad cuando tienen nombres y apellidos duele más y remueve más la conciencia.

Sin ir más lejos muchos de los chicos y chicas de Santiago Uno pasan las Navidades con sus educadores en vez de con sus familias. De  verdad que intentamos mimarlos y que tengan todo lo que una parte de las familias. Pero hay alguna mirada triste que puede tener diferentes formas de expresión y rebelión. Yo pasé bastantes Navidades con ellos en voluntariado, ahora son turnos que no hago, pero que hace que me duela un poco la felicidad y la oportunidad de compartir con mis hijas.

Tampoco creamos que sólo es cuestión de méritos, incluso los que creemos que nos ganamos las cosas con nuestro esfuerzo y pericia, que pensamos que nadie nos ha regalado nada, somos un poco presuntuosos, porque hasta la vida es un regalo.

Por eso en estas fechas revivo la inquietud de dedicar mi vida a ayudar a abrir alguna puerta más a aquellos más desprotegidos, me reivindico en que mis hijas se mezclen con ellos para enriquecerse, desprecio a quien se dedica a juzgar sin conocer y siento apego por ellos.

Evidentemente los considerados normales, no somos mejores, quizá guardamos más las apariencias y tenemos más control sobre nuestros actos. Pero no somos mejores, al salir de un campo de concentración felicitaban a un superviviente, y este contestó que no habían sobrevivido ni los mejores, ni los más listos.

Al año nuevo le pido  humildad y más justicia, por supuesto le pido la felicidad de mis hijas, pero también la de los chicos de Santiago Uno, los niños de Id Nasser, los de Perú o Camerún.

No tengo ambición de más dinero porque probablemente tengo suficiente, no tengo ambición de poder porque por lo que se ve corrompe. Tengo ganas de servir más y mejor a aquellos que quiero y son muchos porque el amor no es egoísta y crece cuando se reparte. Esto no es versión polvorón merengue, es más bien una declaración de guerra en versión de balas de palabra acompañada de una claridad meridiana de saber en qué bando estoy. Sigo con los sueños hechos realidad, de provocar pequeños cambios desde la escuela, acompañar el sufrimiento y buscar cura, escuchar a los mudos y callar a los provocadores.

Esto requiere una alta dosis de riesgo que espero no afecte negativamente a mis hijas, aquí no vale ir de superhéroes, es pasito a pasito y con un gran equipo. De todas formas jugaré la lotería del Niño a ver qué pasa y luego me juzgáis. 

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