OPINIóN
Actualizado 03/01/2016
Fernando Saldaña

Despierta el año nuevo con la misma cantinela con la que se durmió el antiguo: con la sinvergonzonería campeando por las Cortes y los desleales presumiendo de una honradez que no conocen.

Comienza 2016 con los gobernantes presumiendo de haber atajado una corrupción que nos ahoga y que siguen alimentando al ritmo en que se llenan páginas de periódicos. Se destapan nuevos casos y el silencio impuesto desde los despachos tapa otros por los que se pasa de puntillas.

Quizás lo del segoviano no sea delito. Tal vez le acusemos en balde. Pero sinvergonzonería sí que es; menosprecio a la ciudadanía sí que es; amoralidad sí que es.

Comienza 2016 y me pilla en casa haciendo reflexiones que me saben a viejo, a repetitivo, a bilis que se regurgita una y otra vez.

Este artículo quería que fuese una felicitación de año nuevo. Sirva como deseo, porque la realidad demuestra que tenemos poro por lo que felicitarnos.

En fin, me voy al bar de Emilio. Allí seguiré mi desahogo al tiempo que doy un par de lingotazos de vino peleón.

Que 2016 nos sea leve a los honrados. Que le sea grave y pesado a los sinvergüenzas.

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