CULTURA
Actualizado 03/01/2016
Paco Cañamero

"La librería referente que nos marcó, la de cabecera, dirá adiós y Salamanca morirá un poco más. Porque su anunciada muerte es como un árbol al que cada día le cortan una rama hasta que llega un momento que ha perdido su identidad y parte de los símbolos

Los primeros recuerdos de la librería Cervantes llegan en los años azules de la infancia. No sé exactamente cuándo, pero era aún muy niño cuando entré por primera vez a aquel paraíso de los libros. A disfrutar de su inmenso escaparate interior en el que uno no daba abasto para contemplar con asombro tantas novedades; desde el expositor de la Austral, hasta los títulos más vendidos de las postineras editoriales.

Pero el definitivo abrazo con Cervantes, que ha sido mi librería de referencia, llega en la época que marcho a estudiar a Salamanca y fueron muchas las tardes que me dejé llevar por la magia que encerraban sus paredes. Entonces, poco a poco, siempre a medida de las posibilidades fui adquiriendo los títulos de novela que saciaban mi interés y gusto en cada momento. Por esa razón la mayor parte de mi biblioteca procede de Cervantes, la librería por excelencia de Salamanca. La misma en la que al cabo del tiempo acabé teniendo confianza con la mayoría de sus empleados. Era el caso de Leo, recientemente jubilado y buen amigo; de José Carlos, responsable del departamento de cultura y toros. De Paco y de casi todos con sus atenciones.

Toda esa relación se incrementó pasado el tiempo y ya metido de lleno en el apasionante mundo de escritor al negociar con ellos cada vez que publicaba un libro y, para su venta y en ocasiones la distribución, debía hablar primero con don Jesús, el dueño, quien con su figura vareada, cierta socarronería y aspecto de viejo clérigo apuntaba los detalles en una pequeña libreta sin dejar de dar facilidades en un trato marcado por el señorío.

Hoy anuncian que en breve echará el cierre y quedaremos huérfanos de Cervantes, la librería referente que nos marcó. La de cabecera. Dirá adiós y Salamanca morirá un poco más. Porque su anunciada muerte es como un árbol al que cada día le cortan una rama hasta que llega un momento que ha perdido su identidad y parte de los símbolos con los que crecimos tantas generaciones. Esa es la realidad de esta Salamanca que ha recibido al 2016 con las campanas doblando por la muerte de un símbolo cultural.

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