"Dichosos los constructores de paz porque ellos heredarán la tierra" (Mt 5,5).
En cada Navidad cantamos Noche de Paz y nos deseamos felicidad y paz. A primeros de enero pedimos por la paz. Todos anhelamos la paz.
Hay que vivir en paz con el propio cuerpo, con el lenguaje, con la propia biografía, con la edad, con la conciencia, con la vida. Puede ayudarnos a conseguir la paz, el tener en cuenta el último sermón de Buda a sus discípulos. En él se habla de ocho aprendizajes que conllevan las correspondientes revelaciones: aprender a desear, aprender a conversar sin discutir, aprender a perseverar en el camino interior, aprender a vivir en el tiempo sin obsesionarse por él, aprender a relacionarse con todo y con todos contemplativamente; aprender a saborear la soledad, aprender a no exagerar, aprender a cultivar la sabiduría lúcida y compasiva.
Los esfuerzos por la paz no han dado los resultados deseados. Amin Malouf, novelista libanés, apostaba, ya antes de caer las torres gemelas, por una "construcción multicultural de la identidad, configurada desde pertenencias múltiples". Necesitaremos pasar de la agresividad a la convivencia y de la religiosidad de cruzada a la espiritualidad de reconciliación. Para ello es necesario unir oraciones, fuerzas y corazones para derribar muros y limar diferencias.
Hace unos años se reunieron en Asís unos cuantos líderes de distintas religiones para orar por la paz. Cada uno oró por separado y luego oraron todos juntos.
Y cuando se habla de oración por la paz, no podemos dejar la de san Francisco de Asís, que expresa la verdad de una vida renovada por la gracia del perdón. Él fue un gran instrumento de reconciliación:
"Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar"
Oremos para ser instrumentos de paz.