OPINIóN
Actualizado 02/01/2016
Juan Antonio Mateos Pérez

"La librería Cervantes ha ocupado gran parte de la vida cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX"

Todos nos hemos sorprendido con la noticia, posiblemente esperada en una ciudad adormecida en el tiempo: Cervantes cierra. La mayoría que estamos escribiendo hemos pasado muchas horas buscando y rebuscando en las estanterías de la librería, saludando, hablando y haciendo vida cultural. Ya no quedan librerías de fondo y Cervantes te ofrecía un gran fondo para elegir y encontrar obras no sólo para leer, para preparar artículos, clases, pequeñas investigaciones, etc. Era un concepto de librería diferente, propia de mitad del siglo XXI, se podía pasar uno horas tocando las solapas de los libros, leyendo las contraportadas, escudriñando en los anaqueles altos o compartiendo las últimas novedades con amigos y conocidos.  Decía alguien que el placer de los libros no sólo es profundizar en su lectura, es sobre todo físico y eso te lo da el placer del tacto. El libro es un instrumento precioso, transmisor del saber, la cultura, la imaginación que se debe salvaguardar al igual que la librería y el oficio de como el librero. La librería sigue siendo uno de esos lugares que hace habitable la ciudad y que en ella se puede superar, de alguna manera, el tiempo.

La librería Cervantes ha ocupado gran parte de la vida cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Desde sus inicios en la calle Toro, pasando por la calle Azafranal que es donde la hemos conocido casi todos, allí se hicieron cargo la familia Sánchez Almeida, luego los hijos Sánchez Ruipérez procedentes de Peñaranda. Todos ellos, libreros, impresores y editores, ampliando el negocio familiar con la editorial Anaya, ampliando con otras importantes empresas editoriales como Cátedra, Alianza, Pirámide, Barcanova, etc., todas ellas referentes culturales de nuestro país en los últimos años. Es curioso que el nombre de la librería más antigua de la ciudad, cierre el mismo año que se conmemora el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, referente cultural para cualquier hispanohablante y efeméride que se recordará en todo el mundo.

Ahora que vivimos en la Galaxia internet donde tenemos todo al alcance de la tecla, con los nuevos soportes digitales, se hace difícil la existencia de una librería tradicional. Un especio no sólo para rebuscar en las estanterías, sino para hablar e incluso para consultar los boletines de todo tipo y estar al día. En Cervantes no sólo fuimos comprando los libros del colegio, del Instituto, de la carrera universitaria, también obras para preparar las oposiciones y no pocas veces se podía consultar los boletines del Estado para informarnos de todo tipo de oposiciones del Estado. Es algo extraño hoy en el nuevo paradigma del libro, de las librerías y de las editoriales. Allí fuimos comprando y adquiriendo toda una biblioteca personal, a la vez que fuimos estudiando, leyendo, preparando clases, artículos, etc.

El cierre de Cervantes, no es sólo el de una librería esencial en la ciudad, tal vez sea el final de una época que nos resistíamos a que llegara. No sólo se trata de la competencia del libro de papel o el libro digital, el problema puede ser más hondo, es el del papel del libro en nuestra cultura. Es posible que ahora no existan tantos lectores, por la competencia de otras formas de entretenimiento más triviales en una sociedad consumista y superficial que hace que se pierda el placer por la lectura y el aprendizaje. Es posible decir, que las editoriales tampoco han sabido crear lectores, bien por la calidad de esos libros, o bien por la presencia de otros medios culturales que han relegado el libro a un segundo plano. Lo cierto es que en nuestro país en los últimos años, se han cerrado una o dos librerías cada día.

Para los salmantinos, Cervantes no es una librería más que cierra, es parte de nuestro ser cultural de la ciudad, en la que todos participamos de alguna manera. El saber es un valor. El libro es un valor, están ligados al capital humano. Cervantes es parte de ese capital del alma, de ese capital intelectual que busca no sólo pensar, también sentir ya que nuestra ser y nuestra sociedad tiene necesidad de humanidad. Comentaba nuestro poeta Juan Ramón Jiménez, No es necesario leer todos los libros, no todo un libro, sino leer de todos los libros.

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