En el Parlamento español, y también en muchos autonómicos, ser político ha consistido demasiadas veces en levantar la mano cuando el responsable de turno hacía la señal correspondiente y poco más. Aún así ha habido sonadas meteduras de pata. Se ve que no era fácil el trabajo. Pero daba para dedicarse al Candy Crash o a cualquier otro entretenimiento aún más ingenioso, como elaborar esmerados epítetos insultantes al representante del grupo que pretendía defender su moción, y de paso al pueblo en general que se suponía dignamente representado.
Algunos se sorprenderán de los resultados electorales. Pero no había que ser ninguna aguililla para prever lo que iba a pasar. Unos que se agarran a un clavo ardiendo con temor pánico hacia lo que se supone pudiera venir y votarían como siempre aunque les pusieran a un mono de candidato. Otros, sin necesidad de ser perroflautas, han optado por encauzar la indignación tratando de insuflar nuevos aires para una dudosa regeneración política. Por tanto: mayor variedad y más fragmentación. Nada que no hayan experimentado ya algunos probos políticos en la vida municipal o también en la autonómica. La duda está en si tenemos los mimbres adecuados para todo este nuevo escenario.
Permita el lector que aparte de mí por unos pocos minutos el espíritu navideño y le hable claro. El responsable político de un partido político que ha perdido sesenta y tres diputados, por muy seguro de sí mismo que se sienta, debía haber puesto su cargo a disposición de su partido al día siguiente de las elecciones. Lo mismo para quien ha perdido veinte, logrando marcas propias más de la espeleología que de la representación electoral. Más pronto que tarde les van a quitar de su puesto de una manera algo más deshonrosa. Tampoco da demasiada buena espina que quien se las prometía como dueño y señor de la tabla de juego y se ha quedado solo como líder de la cuarta fuerza, se apresure en animar a las dos minorías mayoritarias para hacer algo para lo cual no le necesitan en absoluto. Estaría condenado a la irrelevancia si no fuera porque tiene la sartén por el mango de municipios, provincias y hasta de gobiernos autonómicos.
Por su parte, a los podemitas no cabe negarles su éxito, que nos ha demostrado a los incrédulos para qué sirve una campaña electoral, y tampoco su capacidad de superación, directamente proporcional a su aparente moderación. Es muy significativo su triunfo en ciertas comunidades periféricas. ¿Aún hay dudas en la meseta sobre la necesidad de afrontar en buena política ciertas cuestiones pendientes? Me temo que sí. En esencia Castilla sigue despreciando lo que ignora y es hora ya de cambiar de actitud si de verdad defiende lo que tanto le interesa defender.
Desde la perspectiva acomodaticia del político tradicional, están diciendo muchos que se han multiplicado las dificultades para ejercer este viejo arte. Pero la opinión de quien esto escribe es justamente la opuesta. Ha empezado la hora de la política. No nos valen ya los de la vía fácil del puro reparto de cargos y de prebendas. Por eso apártense los de la vieja escuela ?no necesariamente los de mayor edad- y den paso al diálogo, a los razonamientos, a las concesiones? Empezamos mal cuando se pretende iniciar las conversaciones trazando líneas rojas, como cuando se habla de reformas constitucionales exigiendo como puntos de partida un consenso que no debería llegar más que al final. Tenemos una gran oportunidad para demostrar que somos mayores de edad democrática. Hagan juego señores. Estamos cuidadosamente expectantes.