La sensibilidad es una cualidad que permite vivir las emociones a un nivel más profundo. Se relaciona generalmente con la vulnerabilidad, sin embargo, para mí es sencillamente un don, algo mágico. Gracias a ella, podemos establecer conexiones y vínculos más profundos e intensos con otro ser vivo y con nuestro entorno.
Siempre se ha dicho que los artistas la poseen en abundancia, así como la capacidad de llegar más allá en la expresión de su mundo interno o en la manera de interpretar la realidad. Una realidad que muchas veces escapa a nuestro entendimiento. Y es que?
¿Qué sería de la música sin Mozart? Compositor que con tan solo cinco años ya tocaba el piano con el alma, consiguiendo encandilar a la sociedad de la época.
¿Y qué sería del arte sin el surrealismo de los cuadros de Salvador Dalí? Un pintor que supo reflejar su universo onírico, tan complejo como fascinante.
O trasladándonos a la literatura, ¿qué sería de la novela gótica sin el aporte de Edgar Allan Poe? Uno de los pioneros en reflejar esa atracción por la oscuridad, por la muerte.
Todos ellos poseían y poseen un factor común: la sensibilidad. Sin ella, su obra no sería la misma, no habría perdurado hasta nuestros días, no con tal intensidad.
No obstante, también es cierto que el exceso puede resultar fatal, y es que para estas personas las emociones negativas pueden culminar en una locura desmedida. El equilibro es un punto muy complicado de alcanzar, pero, en mi opinión, es en esa fragilidad donde reside la máxima belleza.