Hace algunos días leí un fragmento de las "Cartas a un joven poeta" de Rainer María Rilke que me hizo reflexionar y quería compartir hoy aquí. Dice así:
Te pido que tengas paciencia con todo aquello sin resolver en tu corazón y que intentes amar las preguntas como si fueran habitaciones cerradas o libros en una lengua totalmente desconocida. No busques las respuestas que no se te pueden dar ahora, porque aún no estás preparado para vivirlas. Y el objetivo está en vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Quizás entonces, algún día en el futuro, conseguirás gradualmente y sin darte cuenta vivir tu camino hacia la respuesta.
Síndrome de la inmediatez, es el nombre de la enfermedad común que padece culturalmente nuestra sociedad y no sólo los más jóvenes aunque es cierto que entre las generaciones que suben lo extraño es no estar contagiado. Como si el virus se hubiese integrado en nuestros genes. Y si nos pone nerviosos y nos impacienta que no se cargue con la velocidad esperada una página web o que alguien no responda una llamada o un mensaje al instante? cuánto más agobio nos generan esas situaciones de incertidumbre o encrucijada en las que en un momento u otro todos nos hemos encontrado. Las dudas nos generan histeria, ansiedad, inestabilidad? porque nos sentimos vulnerables, porque no controlamos, al milímetro, lo que va a suceder y la sorpresa que no es previsible, nos aterra.
Plantar una semilla y esperar. Respetar el crecimiento constante e incierto sin más ocupación que la de esperar. Sin poder prever el momento en que germinará, ni establecer previsiones sobre el clima, sobre si lloverá? entender que la preocupación sobre si llegará a dar fruto lo plantado no cambia el hecho de que el grano crecerá a su propio ritmo constante. Y aprender a vivir acompasando esa lentitud vital necesaria a nuestra discontinuidad, a nuestro ir y venir, a nuestro ciclo cambiante y diverso, a nuestra dispersión, nuestra incertidumbre o nuestras dudas.
Llegará. Se supone que llegará el día en que encontremos la respuesta o el fruto. Pero parece que ese ritmo inalterable es naturalmente lento y que mientras tanto podemos intentar disfrutar, vivir el aquí y ahora con toda la complejidad que entraña el caminar esperando. Y disfrutar. Disfrutar del viaje y de cuantas oportunidades de conocer, de amar, de experimentar, de crecer, de reír y de llorar se presenten en nuestras encrucijadas. Conocer a todo el que transite por los caminos que entrecruzan nuestra existencia en espera y confiar que la respuesta llegará de la boca más inesperada, en el susurro más inaudible o en la canción más alocada; y el fruto tal vez no sea espectacular en su hermosura pero necesariamente hará explotar nuestros sentidos en un éxtasis de plenitud.