OPINIóN
Actualizado 26/12/2015
Ángel de Arriba Sánchez

Barrio de La Vega, Salamanca. Único premio millonario en el sorteo de La Primitiva de Nochebuena.

El barrio de La Vega,bien se sabe, es uno de los más singulares de Salamanca.

Así me lo dijo hace más años de los que me apetece recordar, un amigo sevillano cuando me devolvió la visita que yo le hice a su bella ciudad. Ocurrió que en aquella estancia andaluza me llevó una suave noche de noviembre a chatear por el barrio de Triana. Y sentados en una terraza, yo le dije que la traza de las calles, las hileras de jardincillos junto a la puerta, las casas bajas, y ese no se qué..., siempre salvando las distancias, me recordaba al barrio charro del que digo.

Luego,cuando mi amigo me devolvió la visita en un día de octubre, nos sentamos en los soportales de este lugar trastormesino viendo y escuchando las glosas de la lluvia, y el maestro, afamado pintor, me dijo: "¡Ea, chiquillo...! Razón llevas en la semejanza con nuestra Triana,y si no..., que aquí mismo se la pongo yo !"

Sabrás de la historia de este barrio, aun así la recuerdo: Fue uno de esos emplazamientos hechos a escuadra y cartabón por la piel de toro en los años 50, pero en éste parece mayor la nostalgia de villa y pueblo que sintieron los arquitéctos del régimen, ya que lo diseñaron como tales: con su parroquia central, sus soportales corridos por la plaza como centro del lugar, y demás remembranzas agrarias que le dan su encanto. El propio Francisco Franco lo inauguró en 1954, y por aquí anduvo metrallando alabanzas, y tantas hubo de encontrar, que dicen que esa noche pernoctó (qué palabra) en una de sus casitas de labriegos urbanos del nuevo burgo. Pero yo tengo escuchado por los bares de este singular lugar, que de eso nada, que el caudillo durmió esa noche en un afamado hotel del centro,y que en la casita elegida dejó guardia, que no sería mora esa vez, y motoristas, para velar el sueño vegadiano que no durmió.

Y antes de ayer, día de Nochebuena, otro que estuvo pernoctando por la barriada, y al que tampoco se le vio el pijama (Papá Noel) , vino con su guardia de renos y motorizado en trineo, e inauguró la dicha gigantesca de alguien con el premio de un boleto de la Lotería Primitiva con 1,9 millones de euros.

Ya esta mañana, de chateo por el barrio, como hago cada fin de semana, nadie sabe nada... A ninguno se le barrunta la panzada de mazapán monetario, no se adivina  en alguien la muesca de nuevo rico, no hay parroquiano habitual que falte por los bares,ni en el club social,ni en los nostradores de las tiendas, y en fin...: no se sabe de nadie que se caliente la cartera por las barras con sus convites.

Voy al quiosco que regenta desde hace más de 30  años José Almeida, en la misma plaza, en los soportales que resguardan de la lluvia de agua, pero no del diluvio de millones de las añosas pesetas como el barrio, y él, prudente como el azar, nada me quiere decir. Unas fotos me deja hacer y se las agradezco. Muchas veces he tentado aquí a la suertecilla de un boleto en su máquina de hacer prodígios, y otras tantas me he ido como un mal muletilla, que por la puerta grande de plaza la Suerte esquiva, chiquillo, solo salen las figuras. Pero al final, José me dice que  cree que el premio puede ser foráneo, pues a unos cientos de metros está, en el barrio vecino de San José, la sede del (SEPE), El Paro, para que nos entendamos, y que son muchos los que pasan por aquí a buscar tabaco,bebidas,prensa con la que entretener la cola, y, sobre todo, por ver si la fortuna aleatoria les da lo que el mercado laboral, y la administración tan poco azaroza, tan racional y previsible, les viene negando en los últimos años.

Y así ha sido para alguno. ¿Cuántas nóminas se pueden pagar con 1,9 millones?

Y vuelto a la calle, hablando con los vecinos, es Ricardo, de 82 años,  el que termina esta crónica peregrina con sus palabras, al decirme que tarde o temprano se sabrá si el agraciado con tan descomunal aguinaldo es del barrio -y aquí me guiña un ojo cómplice y juguetón- pues  tanto la dicha, como la desgracia, poco tiempo los hombres la saben disimular.

Y cuando se marcha, me quedo con la sensación de que ha sido el mismo San Nicolás el que así me ha hablado.

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