OPINIóN
Actualizado 25/12/2015
Manuel Rodríguez Fraile

Bueno, pues  estamos en Diciembre, ese mes en que sentimientos y sensaciones aletargadas durante el año emergen hasta nuestra epidermis y se instalan en nuestros corazones más que en nuestras cabezas.

Mercadillos, sorteos extraordinarios, luces y villancicos populares ya han comenzado a invadir la vida cotidiana, ansias desenfrenadas tanto de consumo como de solidaridad compulsiva.22 millones de toneladas de alimentos se recogieron en un solo día para atender los necesidades de muchas personas y familias, sin duda un loable gesto.

Por otro lado, continúa la crisis de refugiados sirios y de emigrantes que huyen de la pobreza, la explotación, la falta de derechos. Continúa esa sensación de miedo a nuevos ataques terroristas, la falta de voluntad política para poner freno al deterioro del medioambiente y tratar de esquivar un cambio climático que parece inevitable y los políticos españoles de nuevo en campaña electoral.

Se diría que todo sigue igual que el mes pasado, y así es, pero lo percibimos de otra manera, se diría que nuestra mirada se nubla un poco con los vapores de la Navidad y llegamos a creernos que somos mejores personas y que nuestro entorno más próximo se "enbuenece", si es que este término existe aunque el corrector lo señale como erróneo, pero eso pasa también con "almondigas" y "cocretas" ya aceptados por la Real Academia de la Lengua. A dado comienzo la campaña de solidaridad estacional.

El corazón se nos ablanda y se nos llena de buenos propósitos de generosidad, de amistad, de ternura, lástima que este estado de alienación navideña apenas dure unos días.

Aunque pueda parecerlo, no estoy en contra de las fiestas navideñas, lo que me fastidia, lo reconozco, es que ese ánimo que las impregna se esfume apenas los Reyes Magos de Oriente han dejado sus regalos y todo vuelva a la "normalidad" a esa cotidianeidad, a esa rutinaria en la que la realidad termina por derrotar a la fantasía, a la imaginación, a los buenos sentimientos. 

"Solidaridad" significa adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros y esos "otros" seguirá necesitándonos después de estas fiestas, seguirán existiendo, pasando por delante de nosotros casa día, cada mes, hasta que las próximas Navidades caigamos de nuevo en la cuentan de que siguen siendo reales. No, una solidaridad estacional, compulsiva, caduca aunque sea bienvenida durante unos días no es la solución, sólo un pequeño bálsamo calmante para nuestra conciencia.

"Navidad", significa nacimiento, pero como muchas otras fiestas que tienen su origen en tradiciones religiosas, han sido vaciadas de contenido y ese sentimiento que en principio tuvieron terminando por mercantilizarse, como todo, de forma que el marketing comercial controla ahora sus fines, creando, sí creándonos necesidades que debemos satisfacer para no ser mal vistos socialmente.

Pero no todo es malo en Navidad, porque al menos durante unos días nos sentimos mejor, nos sentimos mejores personas y eso es bueno, ahora sólo queda que aprendamos a prolongar estos sentimientos durante todo el año ya que cuando los reyes vuelvan a Oriente, miles de refugiados sirios, miles de emigrantes, seguirán pasando frio en campamentos provisionales, en Europa tal vez perduré esa sensación de miedo e inseguridad de las últimas semanas y seguro que tendremos un nuevo Gobierno. Entonces será momento de recordar las palabras del gran pensador francés  Auguste Comte: Sólo los buenos sentimientos pueden unirnos; el interés jamás ha forjado uniones duraderas. Desde luego los muros que cada día levantamos no contribuyen a ello.

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