Es Navidad: un día para muchas celebraciones y poca escritura. No nos ha tocado la lotería pero tenemos salud.
Algunos odian estas fechas por los que ya no están, y otros, especialmente con niños por medio, las adoramos.
Pero entre tanto postureo y fariseísmo de buenos deseos momentáneos, todo tiene un fácil resumen: lo que ocurre en Navidad es que nace Jesús. Fin de la historia. Así que, ni Papá Noel, ni adornos para celebrar lo que no es.
Sorprende que cada vez más gente pretenda hacer celebraciones para no molestar: la Semana Santa es lo que es y la Navidad, también, ambas tienen sus raíces y su significado dentro de la tradición cristiana y la propia historia e identidad de Europa y por mucho que se reniegue de ello, es lo que hay.
Por eso llama la atención que el adorno de este año en la Plaza Mayor, y cada vez más en las calles, omitan el verdadero significado de la Navidad: ni estrellas, ni árboles, ni belenes? Será que es año preelectoral, que la bola que tanto ha dado lugar a chistes en Internet y que antes ya ha estado en otras ciudades da glamour a la tristeza por la crisis, o que no hay que molestar a nadie por aquello de la aconfesionalidad del Estado.
La bola queda muy bien en las fotos porque en la Plaza Mayor queda bien casi todo, pero es luz de colores, formas y nada más de simbolismo ni significado.
Sea como fuere, hoy, tanto aquellos a los que les gusta disimular, como quienes quieren acabar con todo en el futuro y los que siempre vivimos la Navidad, nos reunimos alrededor de la mesa y nos deseamos feliz Navidad.
Ésa es la verdad que celebramos hoy, en contraposición a la bola que quieren hacernos tragar cada vez más insistentemente con muchas tradiciones que forman parte de nuestra cultura y que se pretenden eliminar o desterrar por las americanas.
¡Feliz Navidad!