OPINIóN
Actualizado 21/12/2015
Alejandro López Andrada

No pertenezco a nadie; sólo al viento que silba solitario en los caminos. Mi corazón late al ritmo suyo cuando susurra herido en los nogales atravesando el rojo oscurecer. Mi alma pernocta en la luz de las palabras sencillas que escuché cuando era niño. No pertenezco a nadie. Sólo habito el vuelo del alcaraván perdido que busca el manantial de las colinas, el blando abrevadero del amor donde mis ojos esperan su llegada, temblando en un fulgor que nadie ve.

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