Escribo esta columna durante la jornada de reflexión, desconociendo por lo tanto los resultados de las Elecciones Generales 20D 2015. A partir de hoy habrá personas, cosas y situaciones que seguirán lo mismo, o no, como decía reiteradamente uno de los candidatos, tal vez vayan mejor o peor, según los intereses de los votantes. O vayan al contrario de lo que decían aquellos a quienes hemos votado, a la vista del resultado electoral, más complejo que otras veces, y que les obligarán, como consecuencia de los pactos, a hacer lo contrario de lo que decían o querían hacer.
Sea como fuere, el margen de maniobra tampoco es excesivo, teniendo en cuenta la legislación europea. Así que he decidido escribir una especie de carta a los Reyes Magos, porque no creo que Papá Noel pueda traernos nuevo Gobierno, es demasiado pronto. Y ya veremos si los viajeros de Oriente son capaces de regalárnoslo.
Me gustaría que el número de pobres disminuyera y que la política económica que los pactoganadores puedan aplicar reduzca las distancias entre los más ricos y los muchos excluidos que ha generado al inmisericorde crisis financiera, que luego puso patas arriba a la economía real. También deseo que la cooperación internacional vuelva a crecer sustancialmente, aunque sólo sea por hacer de la necesidad virtud y ayudar a que las poblaciones más pobres o que están en guerra puedan vivir en sus países de origen y hacerlo con dignidad. Y que el Ejecutivo que surja de las Cortes Generales sea sensible a la realidad de los refugiados y no esconda la cabeza bajo las concertinas.
Soy un recién jubilado, pero ya me doy cuenta de que mi pensión dependerá de que disminuya el paro y aumente la cotización a la Seguridad Social. En ese sentido, y mirando a largo plazo, no me interesa el aborto sino que aumente moderadamente la tasa de natalidad, pero no sé si me caerá esa breva, porque estas cosas no son solo económicas sino morales y espirituales, de concepción de la libertad y me da que la crisis espiritual que padece Europa no la encauzará el nuevo Ejecutivo.
Como ya he dicho muchas veces, solo puedo conocer algunos retazos de realidad, pues la complejidad del mundo actual, o la mera pluralidad de España sé que existen, pero me superan, así que tengo que funcionar por intuiciones extrapolando lo que tengo más cerca. Y así, convendría que la Iglesia Católica ?y las demás confesiones religiosas- siguieran gozando de libertad y, en la medida en que colaboran al bien común, no perdieran el necesario apoyo de la Sociedad y de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, que supongo que seguirán existiendo y espero que lo hagan con más autonomía y menos dependencia del Ejecutivo. Si en la próxima legislatura Cáritas, la Enseñanza Concertada y la clase de Religión en la Escuela de Titularidad Pública encontraran más dificultades para funcionar, todos habríamos perdido calidad democrática. Y también podría ocurrir que los pactos contra natura hicieran imposible una regeneración nacional y las fuerzas regeneracionistas, frustradas, se conformasen con alguna nueva, perdón, antigua Desamortización.
El movimiento de regeneración que ha fluido a borbotones en los últimos años y que se expresa en todos los partidos, pues los clásicos no pueden quedarse a la zaga de los emergentes, es positivo y espero que llegue a pájaros nuevos. Pero no estaría de más que todos cayéramos en la cuenta de que la corrupción y la injusticia y el afán desmedido de riqueza y de poder están en la naturaleza humana, en cada uno de nosotros, necesitados todos de conversión, salvo los que no crean en estas cosas del espíritu, inmunes en su pureza ideológica, pero sujetos también ellos a las normas democráticas anticorrupción recientemente aprobadas y a las que lleguen en un futuro próximo.