Mañana toca volver a la realidad de un país desde el ensueño electoral, las dudosas promesas y el embaucamiento de los números.
La vicepresidenta del Gobierno será la persona que nos devuelva esta noche a la realidad del país cuando nos anuncie los resultados electorales, cerrando así una campaña en la que los grandes problemas que tenemos encima han quedado eclipsados con multicolores promesas electorales y fantasías oníricas de sueños, que en pocos minutos se tornarán pesadillas.
Durante las últimas semanas hemos vivido alejados de la crisis económica, del problema catalán, de las presiones de la troika, de los cien-euristas, de los refugiados, de los parados, de los excluidos, de Gürtel, EREs, Púnica y comparsa, de los desahuciados, de la deuda pública, de los dependientes, del fraude fiscal, de las listas de espera, de los juzgados, de los comercios cerrados, de los imputados y de la falta de tiza en los colegios.
Pero dentro de una horas toca despertar, sea cual fuere el resultado de las elecciones, porque los problemas no han huido al silbo de las promesas electorales que los ha postergado en campaña, y volverán mañana tirando abajo las puertas institucionales y presentándose con el dolor bajo el brazo en los despachos oficiales exigiendo una solución urgente.
Esa es la realidad que nos espera, ocultada en las tribunas por todos los aspirantes a la Moncloa, que serán responsables de un grave desfalco político si no son capaces de sacarnos del pozo en que nos encontramos por mucho que los números digan lo contrario, pues si la mitad de los ciudadanos se come un pollo cada uno, la estadística mentirá diciendo que cada español se ha comido medio pollo.