OPINIóN
Actualizado 20/12/2015
José Luis Puerto

Vienen días, ojalá que saludables, de cambio; días llamados a pactos y entendimientos, a compromisos, a acuerdos, un tipo de ejercicio social y político al que no estamos muy acostumbrados los españoles; días en los que todo aquello que vaya a convertirse en ley y en norma haya de ser acordado y consensuado, y nunca impuesto, como ha ocurrido con tanta frecuencia en estos últimos cuatro años.

 

   Hemos de prescindir, de una vez por todas, de la (i)lógica de los puñetazos, hemos de rechazarla sin matiz alguno; da igual que el puñetazo se dé al rostro de un presidente, que a toda la sociedad, a través de recortes y más recortes, de leyes de reforma laboral que asfixian a los trabajadores; de leyes mordazas, que impiden la libre expresión de los ciudadanos, una de las claves de toda democracia; o leyes educativas impuestas, que conducen a escorar la vida hacia lados que no todos quieren; o corrupciones de todo tipo que ya la sociedad no soporta. Hemos de rechazar sin ambages la (i)lógica de los puñetazos, del mandar y no gobernar, del imponer y no elaborar por consenso las cuestiones que a toda la sociedad les atañen.

 

La democracia no es eso, es más bien acostumbrarse a la cultura del diálogo, a la cultura del entendimiento, a la cultura de abogar por el bien común, por el bien de todos y no de una minoría de sectores privilegiados, que lo tienen todo y lo pueden todo. La democracia, como su raíz etimológica indica, heredada de la antigua y clásica perspectiva griega, es el gobierno del pueblo.

 

   Vienen días, ojalá que saludables, de cambio, en los que habrán de desterrarse los rodillos insoportables de las mayorías absolutas, de las imposiciones, de ese gusto español tan rancio ?es lo más viejo y caduco, sin duda, y lo más detestable? de mandar y no gobernar, de imponer y no pactar y dialogar y ceder y buscar siempre la perspectiva del bien común.

 

   Y es esa perspectiva del bien común, del beneficio de todos, la que ha de abrirse paso a partir de este veinte de diciembre, en que nuestro mapa político presumiblemente quedará configurado de otro modo, de un modo que habrá de impedir rodillos y autoritarismos que están hoy, en los inicios del siglo XXI, fuera de lugar.

 

   No queremos puñetazos de ningún tipo. Queremos cultura del diálogo y del entendimiento, cultura del bien común. Estos días, los medios informativos dan la noticia de que el papa Francisco va a canonizar a la madre Teresa de Calcuta. Ahí está la ejemplaridad, en esa entrega sin límites a los seres humanos más desfavorecidos. Ahí está la santidad. En esa entrega apacible, pacificadora, creadora de equilibrio y armonía. Como también está, por ejemplo, en la figura de Gandhi.

 

   Ojalá sea la perspectiva que nos traigan estos días, para desterrar para siempre la (i)lógica bárbara y detestable de tantos puñetazos como hemos soportado y sufrido.

 

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