OPINIóN
Actualizado 19/12/2015
Eusebio Gómez

Dios es amor. De esta experiencia han vivido los seres humanos. De esta absoluta verdad está convencido san Bernardo cuando exclama: "Dios es amor y nada creado puede colmar a la criatura hecha a imagen de Dios, sino Dios amor, solo Él es más grande que cualquier criatura".

Los seres humanos no podemos barruntar ni siquiera de lejos cómo es el amor de Dios. Nos puede ayudar para entenderlo las cuatro metáforas con que Ignacio de Loyola, describe el acercamiento amoroso de Dios a cada uno de nosotros en la "Contemplación para alcanzar amor". Dios es y está en la realidad -toda ella don, toda ella lugar de encuentro, toda ella oportunidad- de cuatro maneras distintas y complementarias, según estas cuatro metáforas: a) "dando y dándose"; b) "habitando"; c) "trabajando"; d) "descendiendo".

Dios nos ama no porque seamos buenos, sino porque somos sus hijos y para que nos parezcamos a Él. "Dios -dijo Lutero- no nos ama porque seamos buenos o hermosos, sino que, porque Dios nos ama, somos buenos y hermosos". Lo que caracteriza al Amor de Dios es su gratuidad y benevolencia y su capacidad de amarnos a cada uno y a todos como si fuéramos únicos. El cristiano siente la necesidad teologal de conocer y amar y de ser conocido y amado por otros seres humanos y por Dios, a través de Cristo, en el Espíritu.

Nuestros amores humanos, son amores imperfectos que, para ser más verdaderos, tienen que parecerse al amor de Dios. Amar a Dios con todo el corazón y sobre todas las cosas protege a nuestros amores del egoísmo, del interés, de la falsedad. Quien ama a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas y sobre todas las cosas, encontrará la fuerza para poder amar al prójimo. Quien descubre quién es Dios, quien cae en la cuenta de cómo Dios ama y de la gran deuda de amor que tenemos con él, tiene avanzado mucho en la vida. "Desde el momento en que entendí quién era Dios para mí, supe que ya solo podría vivir para Él", dijo Charles de Foucauld. Y vivir para Dios, es vivir para los demás.

Lo que define a los cristianos es el amor; esto es lo que constituye el núcleo más íntimo de la experiencia cristiana. Y merece la pena ponerlo de relieve precisamente hoy, en un momento en que el cristianismo aparece a los ojos de muchos como una pura doctrina moral o una mera visión del mundo entre otras muchas opciones. Dios no es un principio abstracto ni un producto de nuestro pensamiento o de nuestra orientación política. La llamada que Dios nos hace es, sobre todo, una llamada al amor, y ser cristiano es responderle.

"No hay más que una sola clase de buen amor, pero hay mil copias diferentes" (Le Rochefoucould). El buen amor es el de Dios. El ama y perdona. Nosotros tenemos dificultades en admitir ese amor, porque El nos ama gratuitamente, sin fijarse en nuestros méritos. Nosotros no estamos de acuerdo con ese proceder. A pesar de ser imágenes de Dios, "copias" mal logradas, pues a nuestro comportamiento le falta acogida, comprensión, tolerancia, perdón?

Dios es amor y nos ama sin condiciones y hasta el final. Tanto nos ha amado que nos ha enviado a su Hijo, para que todos los que crean en él se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.   Por eso quien cree en él debe amarlo con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. Quien ha conocido a Dios, su amor, no puede por menos de amar. A su vez, podemos llegar a conocer a Dios entrenándonos en el deporte del amor. "Yo siempre he creído que el mejor medio de conocer a Dios es amar mucho" (Vicent Van Gogh). Este gran misterio de Dios hecho hombre es lo que recordamos y celebramos en cada Navidad.

Dios nos ama, se ha hecho hombre: ¡ES NAVIDAD!

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