OPINIóN
Actualizado 17/12/2015
Enrique de Santiago

El periodismo, el periodista, está en horas bajas, en momentos de crisis hasta que se resuelva el futuro, el camino por el que lo ha de recorrer. Periodista no es sólo el que pasó por una facultad de periodismo, y prueba de ello es que tenemos grandes plumas, grandes locutores, grandes directores de medios de comunicación y grandes comunicadores que son seguidos por las masas y pueden dar lecciones al más avezado estudiante o licenciado en periodismo.

El periodismo es una actitud ante la vida, no una ciencia, no una actividad que requiera mayor estudio que la práctica diaria, unas pautas o fórmulas profesionalizadas y un ansia por conocer, por escudriñar, por descubrir, por desnudar la realidad que te rodea intentando hacerlo sin prejuicios, sin predeterminaciones, virginal, impoluto, libre de ataduras.

Pero, el periodista, el periodismo, está sometido a la intervención empresarial, al beneficio lucrativo de los accionistas y las direcciones ideológicas de los editores. Para ello, a ti te dan cancha, te agradecen tu intervención, te alzan a las alturas pues, o bien los Entes públicos respaldan tu actuación con ingresos en el medio de comunicación, el partido lo paga, los proveedores públicos, más o menos animados por el poder, le facilitan importantes sumas de dinero, y si no tienes esos padrinos y eres un simple francotirador, o sencillo profesional, has de dar cancha, facilitar lectores, radioyentes o televidentes que te sigan que avalen tu trabajo.

El periodista, entonces, se ve constreñido a realizar la labor que le marcan, interpretar la realidad con el prisma que le facilitan, acercar esta noticia y apartar la otra sobre la base de la indicación, más o menos expresa, de su superior. A eso, has de añadirle que la oferta de periodistas es inmensa, la de medios reducida y, aún más reducida, la captación de fondos para el sostén del medio, lo que provoca la falta de puestos de trabajo, la falta de remuneración adecuada, la facilidad de intercambio de prestadores de servicios y la incultura de unos consumidores que cada día menos se acercan a un medio de comunicación serio.

Los medios son libres, y los periodistas ejercen su libertad de prensa, siempre que hagan lo que deben, con los que deben y de la forma que deben; al resto, les exigirán presencia, dinero, o que no hagan ruido, no sea que molesten al gran jefe.

Cuando los medios encuentren el camino, los periodistas puedan ejercer de tales y los ciudadanos seamos suficientemente libres y actuemos con criterio propio, a lo mejor, sólo a lo mejor, el periodismo será libre

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